miércoles, 18 de noviembre de 2015

Pensamiento bolivariano y formación de la conciencia ciudadana.
(Una mirada comparativa a los contenidos de la cátedra bolivariana)

Yherdyn Peña
Ignegl Alejandro Escobar


El presente trabajo, se corresponde a la expresión de algunos elementos derivados de un trabajo de grado se ejecutó en la Ciudad de Trujillo, tomando como muestra a 20 estudiantes de un Liceo Bolivariano, cursantes de la asignatura cátedra bolivariana y cuyo objetivo principal buscaba determinar la influencia del discurso de la clase política dominante en la formación de la conciencia histórica de los adolescentes cursantes en la asignatura Cátedra Bolivariana del 3° año de educación media en el liceo estudiado.
Para lograr tales objetivos, se buscó aplicar un investigación descriptiva, con un diseño de fuente mixta; es decir, documental y de campo, para ello se aplicaron cuestionarios a los estudiantes que representaban las muestras así como a los docentes que en esa institución impartían la asignatura Cátedra Bolivariana del Tercer año de educación media general.
Se debe indicar que, nunca como ahora, nuestra sociedad se había encontrado tan mediatizada. Los medios de comunicación e información en los últimos años se han convertido en los principales actores de la vida política nacional. Situación esta que ha generado un debate de los diferentes sectores políticos ventilado de manera consuetudinaria a través de estos medios de información.
De igual forma, se resalta que, la sociedad venezolana se ha sustentado desde sus inicios como república en un continuo discursivo en torno a la figura del Libertador Simón Bolívar. En este sentido, el ser bolivariano se ha convertido en sinónimo de ser venezolano, y por ende, la “ideología bolivariana” se constituyó a su vez en la base de sustentación de los gobiernos de turno.
Es por esta razón, que se puede apreciar, desde el año de 1842, una vez que se inicia el llamado proceso de rehabilitación de la memoria del libertador; emerge en la escena política nacional, una recurrente utilización de la imagen e ideario de Simón Bolívar, al punto tal, de convertirse en sustento de la superestructura del Estado.
En este sentido, el estudio del cómo se concibe el pensamiento bolivariano en el seno de las instituciones educativas, más aún, desde una asignatura dedicada exclusivamente a ello, cobra una actualidad muy marcada, más cuando, el estado venezolano ha invertido ingentes recursos en la edición de nuevos textos conducentes a incorporar esta nueva visión sobre el pensamiento y obra del padre de la patria.
Como acción investigativa se generaron algunas preguntas generadoras que permitieran indagar en la realidad objetiva de la institución estudiada. Las preguntas generadoras son las siguientes:
¿De qué manera influye el discurso circulante en los medios de información y en la clase política dominante en el desarrollo de referentes históricos y la consolidación posterior de la conciencia histórica en los cursantes del tercer año de educación media general del liceo Bolivariano “Cristóbal Mendoza” del municipio Trujillo, estado Trujillo?
¿Cómo concibe el estudiante del tercer año del Liceo Bolivariano “Cristóbal Mendoza” del municipio Trujillo el pensamiento y la obra del Libertador Simón Bolívar?
¿Qué es lo que concibe este estudiante como pensamiento bolivariano y bolivarianismo?
¿De qué manera imparten los docentes la asignatura Cátedra Bolivariana en el Liceo Bolivariano “Cristóbal Mendoza”?
Y por último se amerita responder: ¿Cuáles son los cambios que presenta el programa de estudio de la asignatura Cátedra Bolivariana del 3 ° año de educación media general evidenciados en la Colección Bicentenario?  
Dicha investigación se promueve producto de la inquietud generada a partir del hecho de que a pesar que los cambios políticos y sociales suscitados a partir de 1998 condujeron a la conformación de la república Bolivariana de Venezuela y a la promoción del ideario bolivariano como eje rector de los principios políticos e ideológicos de la nación venezolana no es sino hasta el 2014 con la aparición de la colección bicentenario en la educación media cuando se genera al menos, un texto que se aboque al estudio del ideario bolivariano desde una perspectiva aparentemente diferente de la cual se había venido estudiando hasta el momento.
Otro elemento de interés, es que, producto de la polarización política vivida desde el año 1998, no sólo los actores partidista entran en pugna, si no, que a s u vez, la propia figura del Libertador es recurrente dentro de la escena política creándose una especie de antibolivarianismo nivelado o igualado a la condición de antichavismo.
Se observa entonces, que para los estudiantes de educación media, el estudio formal de Bolívar, su vida y su obra está circunscrito casi que exclusivamente a la asignatura Cátedra Bolivariana Entre los aspectos más relevantes que se puede destacar de los contenidos presentes en el pensum de estudio de esta asignatura:
            En el ámbito positivo podemos señalar:
·         La posibilidad de reconocer la importancia de estudiar el pasado generacional. Es decir, rastrear los orígenes familiares y reconocer los antecedentes y a sus predecesores (ejemplificado en el estudio de la familia de Bolívar).
·         Destacar la importancia de los procesos históricos más relevantes en la forma de pensar y de actuar de los sujetos quienes son producto de su tiempo.
·         Identificar los textos más importantes producidos por el Libertador Simón Bolívar.
·         Comprender la importancia de afrontar las adversidades ante situaciones que se viven.
            Pero igualmente, existen aspectos negativos que el docente debe saber subsanar al momento de abordar con sus estudiantes esta asignatura.
·         Se refuerza la presencia del personalismo, que puede negar la presencia y protagonismo de los colectivos en las luchas por su emancipación.
·         Se plantean explicaciones unilaterales y exclusivistas sobre el pensamiento del Libertador Simón Bolívar.
Resulta además, sumamente interesante (por decir lo menos) algunos de los resultados obtenidos del estudio de campo: después de 15 años de Revolución Bolivariana y de la instauración de la nueva constitución aún el 10% de los encuestados no reconoce la fecha de nacimiento de Simón Bolívar, que por ejemplo, el pensamiento del libertador es vinculado por los estudiantes mayoritariamente con frases como libertad, lucha y valor.
Además de ello, el 26% de los entrevistados responden que la información sobre Bolívar la reciben a través de los medios de comunicación, mientras que la familia y los discursos políticos alcanzan un 19% respectivamente y, aunque los maestros alcanzan un 31%, no parece suficiente el papel que estos están desempeñando al respecto.
Otro elemento que se considera de suma relevancia, es que el total de los estudiantes entrevistados, niegan haber revisado los textos de la Colección Bicentenario; mientras que el 30% de los docentes señala que no ha comparado a estos textos con los que tradicionalmente se han implementado para la enseñanza aprendizaje de la Cátedra Bolivariana en la educación media general y media técnica.
Estando conscientes de las condiciones de tiempo y extensión de las ponencias para este evento, se busca redondear la dimensión del estudio realizado, a pesar que algunas de las variables en esta oportunidad no se indican, se puede señalar entre las conclusiones obtenidas a las siguientes:
Conclusiones
Después de transitado el quehacer investigativo pueden señalarse importantes elementos que se deben destacar para orientarse en el devenir sociohistórico y educativo de la nación venezolana. Más aún, cuando se refiere a los elementos iconográficos, sígnicos y simbólicos que modelan nuestra venezolanidad, y por ende, nuestro sentido de ciudadanía.
La figura de Bolívar ha poseído a lo largo de la historia republicana un excesivo peso específico, que ha servido de base de sustentación política e ideológica para los gobiernos en los diferentes momentos de la historia nacional. Y es por ello, que no es extraño encontrar de manera tan extendida el estudio de este personaje.
Pero se debe destacar, que gran parte de estos estudios conllevan en su esencia profundas distorsiones que buscan favorecer a determinadas parcialidades políticas, creando en torno a la figura de Bolívar una especie de culto tanto en el ámbito popular como en el ámbito académico e intelectual. Creando a su vez, grupos que promueven tal culto, sirviéndole esta para su sostenimiento en los espacios de poder.
En los actuales momentos, los discursos sobre Bolívar emergen con una fuerza inusitada, pero buena parte de ellos, se desprenden de visiones totalmente distorsionadas que nada tienen que ver con la verdadera obra del Libertador, sino con perspectivas maniqueístas y con profundas intenciones político partidista.
Otro de los elementos que se debe destacar es que, a pesar de la amplia gama de opciones para la adquisición de los discursos, en cuanto a la figura de Bolívar, el principal ente emisor de tales discursos, sigue siendo el maestro, pero a pesar de ello, cobra cada vez más relevancia la acción política y los medios de información de masas.
Tomando en consideración tales realidades, resulta innegable la carga que genera en la formación de la conciencia histórica la sobre utilización del discurso histórico por parte de la clase política dominante. Es por ello, que el docente debe asumir con responsabilidad el papel protagónico que le corresponde en la formación de los y las jóvenes.
En lo que respecta a las estrategias que los docentes utilizan para la enseñanza aprendizaje de la Cátedra Bolivariana, se reconoce la carencia de iniciativas innovadoras que favorezcan el interés de los y las jóvenes por el tema que se encuentran estudiando. Y a partir de esta realidad, se le apertura un mayor espacio de acción a los discursos políticos en la formación de los ciudadanos del mañana.
La dinámica educativa en las aulas de clase en la mayoría de los casos se encuentra enmarcada en la tradición repetitiva y memorística que ha caracterizado la acción educativa por tantos años. Se percibe de igual manera, que la enseñanza del ideario bolivariano, no se lleva a efecto en el aula de clase a partir de objetivos claros.
Por último, en lo que respecta a los contenidos de los textos a través de los cuales se ha venido impartiendo la asignatura Cátedra Bolivariana, tanto los anteriores como los actuales, presentan contenidos sumamente descontextualizados y manipulados. La mayoría son sustraídos de su contexto para darles una nueva semántica.
A pesar de ello, se debe destacar, que al menos, en lo que respecta a los textos de la Colección Bicentenario, buscan incorporar a los actores colectivos como parte integral de la historia, aunque existe el empeño de vincular de manera exagerada el proceso independentista con el actual proceso histórico político que vive el país. 

martes, 6 de octubre de 2015

TRUJILLO: SU SIGNIFICADO[1]
            Yherdyn Peña

Por un instante desearía que la musa se apropiara de mí, para poder ofrecer unas líneas cargadas de amor, colmadas de admiración, rebosadas de inspiración para con la ciudad primigenia de los andes venezolanos. Quisiera que mi prosa fuese refinada y galante porque a la ciudad de Trujillo, la quiero ver como una amante en espera de su ser anhelado. Como a una madre que amamanta y nutre con sus afectos a cada uno de sus hijos.
Quisiera contar con el talento providencial para poder componerle un vals, una tonada, unos versos al menos; para poder contar la esplendidez de esta tierra y de sus hombres y mujeres. Quiero pedir prestadas las palabras de Jacinto Peña “Chinto” (mi padre) para decirles que:
Hoy los cerros de Trujillo
me servirán de tribuna.
Brincando de risco en risco
como paraulata en tuna
vengo a decirles señores
como mi tierra ninguna.

Es ese sentimiento de hombre enamorado, de hijo agradecido, el que debe prevalecer en este nuevo aniversario de la ciudad de Trujillo. En medio de la arremetida cultural globalizante y transculturizadora el trujillano, pueda expresar orgulloso como lo hiciere mi padre a los cuatro vientos:


Hoy, busco saturar estas palabras con el ahínco de seducirlos por esta, la ciudad a la que cerramos nuestros oídos, y frente a la cual hemos endurecido nuestro corazón. Quisiera atiborrarlos con la imagen magna de la Trujillo que se atesora para cada uno de nosotros más allá de los recuerdos, mi mayor pretensión es (y disculpen los presentes) convencerlos de que la mejor figura de Trujillo, es la que está por construirse, es la que, a partir del presente; podemos heredar a las generaciones por venir y que sirva de reposo a nuestro ocaso.
Convocarnos para hablar de Trujillo, va más allá de narrar su historia y añorar ese tiempo pasado que fue mejor. Congregarnos para tan noble fin, constituye un gran privilegio, reunirnos para conmemorar a nuestra ciudad también instaura un inmenso compromiso con los aquí presentes, con aquellos, que partieron y que en su tiempo entregaron su amor a este terruño que nos ha cobijado y ofrecido sus portentos.
Hoy, en los 458 años de la ciudad de Trujillo, no estamos convocados para hacer loas a lo arquitectónico y a lo urbano, tampoco a capítulos aislados de su devenir, ni mucho menos, apologías a personajes selectos de la historia regional. En lo particular considero es la oportunidad precisa para gestar en cada uno de los hijos de esta urbe y del estado todo una nueva relación con Trujillo.
Para algunos, cegados por el fanatismo y el desconocimiento juzgan y sancionan que los hijos de esta comarca se junten para la celebración del nacimiento de la ciudad, del acto de la fundación; del origen de algo sublime y honorable: la trujillanidad. Este mes de octubre debe servir para ello, para exaltar la trujillanidad como símbolo congregante y unificador, como síntesis del ser y del quehacer de quienes se asentaron en estas latitudes y persistieron en ella para sentar las bases que hoy nos identifican.
Si bien, el acto de la fundación fue producto de la injusta acción conquistadora del imperio español, y que desde ella, se produjo la aniquilación, invisibilización y transculturación de un pueblo milenario; de ella a su vez, pervive una tradición, una lengua, unas formas de organizarse, una espiritualidad, es decir, un entramado cultural que hoy nos define como pueblo.
El acto colonizador del español, lo condujo no sólo a enfrentarse en ocasiones a la resistencia tenaz de los aborígenes Cuicas, si no que, también a las condiciones climáticas y de vulnerabilidad del entorno geográfico, de allí, la condición de portátil con la que contó inicialmente la ciudad para lograr su asentamiento definitivo en el valle de los Mucas.
Y son los Mucas y los cedros de este valle, grandes olvidados de este devenir, hay quienes en procura de construir una identidad más satisfactoria, buscan ignorar el proceso de fundación, y pretenden entonces, contar nuestra historia desde la gesta emancipadora sin darse cuenta que no sólo invisibiliza al conquistador sino que, a su vez, continúa ignorando ese pasado indígena que se vuelve recurrente cuando se pretende construir una historia honesta de nuestro pueblo y la formación de nuestra identidad.
Oscar Wilde, señalaba que el único deber que teníamos con la historia era reescribirla; y en este sentido, hoy por hoy, urge una reescritura de la historia de Trujillo; pero que tal reescritura no parta de alocadas elucubraciones ni de falsos imaginarios que conduzcan a la destrucción o a la deformación de la memoria colectiva que preserva nuestra esencia histórica como pueblo.
Es hacia el compromiso de una reescritura no sólo científica de nuestra historia sino apasionada, comprometida e incluyente. Que sea capaz de reflejar la grandiosidad del significado de ser trujillano, que proyecte el amor que amerita ésta nuestra ciudad, la bucólica y apacible ciudad de Nuestra Señora de la Paz, advocación mariana que congrega nuestro gentilicio de trujillanos.
Y es esta una segunda actividad en la que nos debemos empeñar, comprender y reflexionar en torno a esos elementos icónicos que nos identifican como trujillanos, para de esta manera, defender un gentilicio que se ha constituido en marca indeleble en los nacidos en esta tierra, gentilicio que es signo de gentileza y del trabajo diario, del empeño por echar adelante. Porque si de Trujillo y su fundación, debemos tomar como ejemplo la persistencia de esos primeros hombres, que venidos de otras latitudes vencieron las vicisitudes y prevalecieron a pesar de las adversidades.
Terremotos, plagas, guasábaras, piratas… todo estos males azotaron a los trujillanos de los primeros tiempos, sin embargo, ellos prevalecieron, la ciudad se conservó ante los embates del tiempo, la ciudad pervive como ejemplo de la resistencia tanto del español como de ese otro mundo que se pretendió olvidado y desconocido: el mundo aborigen. Ambos, se proyectan en el presente, son parte de nuestra idiosincrasia, de nuestra forma de ser.
La ciudad se vuelve con el transcurrir de los años en ese espacio fecundo desde donde germina la poesía, el canto, la lucha, la convivencia, el progreso, la forma de ser. Por ello, no se rehúsa al reconocimiento de la ciudad como espacio vivificador de la sociedad palpitante que se encuentra en una encrucijada entre el falso progreso y la tradición estática, falsa esencia de los moradores de esta confabulación  por desmontar nuestra identidad.
La tradición trujillana por la cual apostamos, es aquella palpitante, que se nutre en la cotidianidad, que se refresca en cada generación que brinda sus aportes y la enriquece. El progreso que reconocemos es el del espíritu humano en procura de alcanzar los más excelsos valores de ciudadanía e identidad local, regional y nacional. Se apuesta por un trujillano que a la vez, reconozca un pasado que lo ubica en íntima relación con su espacio y sus semejantes, y la necesidad de consolidar las bases para un futuro promisorio.
Son estos 458 años de la llegada del conquistador español tiempo para reflexionar sobre los silencios, las ausencias, los olvidos que hemos padecidos, silencios, olvidos y ausencias autoinfligidos, que procuraron el acomodo y el interés particular por encima de la construcción de un ideario edificante, de una razón cohesionadora, de una fuerza que impulse los cambios hacia el engrandecimiento de todos y todas.
En medio de esos olvidos se ha invisibilizado buena parte del siglo XIX (a excepción del período de la independencia), desconociendo de esta manera la continuidad del proceso histórico, convirtiendo nuestra historia en una colcha construida con retazos inconexos y profundamente reduccionista. Como resultado tenemos un pueblo que desconoce su propia historia y que camina sin rumbo.
La historia que se cuenta, la historia que se enseña, es aquella contada a galope, la que se narra desde el cañón de una escopeta, de un máuser, de un fusil o al filo de una espada. Esa historia que se pretende como oficial es de las charreteras y medallas, de la pólvora y la sangre; que terminan convirtiéndose en incienso y aceite en el altar de la patria.
Trujillo, se fue quedando sin la historia menuda, todo se vuelve pompa y fanfarria, estruendo y jolgorio, y cuando se entra en razón, solo queda la resaca y el malestar por lo vivido sin sentido. Ya basta, de que nuestro devenir histórico se conjugue en dos tiempos pretéritos y que no contribuya en nada con el por venir como pueblo, como ciudad, como espacio dinámico y activo.
El reciente siglo XX trujillano se diluye gota a gota en el olvido, son contados los esfuerzos que se han hecho para proyectar ese acontecer a las nuevas generaciones. Destacable la labor del profesor Alí Medina Machado y su ejercicio escritural y vivencial. Sin embargo, no ha sido suficiente, una golondrina no hace verano, pero una vez más como trujillano agradezco sus intenciones.
Es por ello, que aprovechando este espacio, y abusando de la ocasión, reitero la solicitud a todos los presentes para que unamos esfuerzos para que en este ciclo que debe inaugurarse a partir de este momento, se le otorgue al Trujillo de este tercer milenio, un cronista que se ocupe de verás por conservar y proyectar la memoria del pueblo trujillano y no que se entrampe en invenciones y paranoias que no favorecen a nadie.
Vamos rumbo a los cinco siglos, en América, no cualquier ciudad puede darse el lujo de exponer tal realidad, pero hoy se resalta, que se enrumba a los cinco siglos de la creación española de la ciudad, de la fundación de un nuevo gentilicio y de una nueva realidad, vamos enrumbados a los cinco siglos de una trujillanidad que se construye a pulso y que no desconoce sus orígenes. Una trujillanidad que busca sus antecedentes remotos en los cuicas de las cumbres borrascosa de los andes, en la Extremadura ibérica y por qué no, en los cumbé y en las rochelas de la muchachada en las plazas y parques de nuestra ciudad.
Hoy, debemos señalar, que no estamos rindiendo culto al genocidio, a la conquista, a la invasión, hoy, estamos reconociendo el nacimiento de una realidad que nos atrapa y nos seduce, que nos emociona y que nos enorgullece, hoy celebramos el ser trujillanos, hoy estamos conmemorando a ese Trujillo que se formó de los pleitos caseros de Chía y Nuestra Señora de la Paz, de Ches y del Nazareno en procesión, de ustedes y en general de cada uno de nosotros. Hoy solo queda resaltar el valor del trujillano, y la necesidad de recuperar a Trujillo, desde sus espacios y desde nuestra forma de contarnos.

¡Muchas Gracias!
   



[1] Presentado el día lunes 05 de octubre en el salón de sesiones de la cámara municipal de Trujillo, en simposio del 458 aniversario de la ciudad.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Región histórica y espacio cultural trujillano[1]
(Yherdyn Peña[2])
            Es de recordar que el devenir de las sociedades latinoamericanas se encuentra íntimamente ligado a su propia condición de origen hispánico colonial. Es decir, que los hombres en su medio se asientan y establecen su organización en torno a las ciudades. Y a su vez, las ciudades vieron sus primeras luces con la fundación realizada por los conquistadores españoles.
            Con tal aseveración, bajo ningún concepto se pretende obviar o invisibilizar a las comunidades cuicas que escogieron como hogar las tierras que hoy conforman el estado Trujillo. Muy al contrario, lo que aquí se pretende, es un repaso en la evolución espacial de la territorialidad trujillana; intentando fijar los parámetros a través de los cuales la “Provincia de los Cuicas” pasó a constituirse en el actual estado Trujillo y las implicaciones de tal dinámica en la configuración del imaginario identitario de sus pobladores de ayer y hoy.
            Las líneas que se presentan de corridas, constituye si acaso, un prolegómeno de un trabajo mucho más amplio, que implica el abordaje multi e interdisciplinario, en el cual se pueda conjugar de manera armoniosa categorías harto complejas, pero de suma relevancia; ellas son: región, espacio, cultura, identidad; y que, sin el estudio de las mismas, seguiremos fortaleciendo la mirada parcializada con la que se han fijado nuestros ojos sobre nuestro pasado y nuestro territorio.
            Esta forma de contarnos, de describirnos, de narrarnos, ha conducido a la construcción de una identidad fracturada, de una memoria a retazos, de una concepción espacial deformada, y más aún, incomprendida por las generaciones legatarias. Es por ello, que en este siglo XXI, la universidad debe adentrarse a un sesudo proceso de revisión sobre lo que se ha estado enseñando alrededor de esta espacialidad en la que se encuentra asentada la población trujillana.
            Hablar de Trujillo en los momentos actuales, debiera constituir (al menos para los trujillanos) una condición propia de unidad. Los pobladores de Trujillo, deben poseer como principal estandarte a la trujillanidad, más que como un vacío gentilicio que nada dice, como instrumento de afinidad; pero para ello, se debe internalizar en primera instancia el espacio físico sobre el cual se ha asentado este pueblo, sus características y las relaciones establecidas en éste entre los hombres y el espacio que los modela, los restringe y los impulsa a su transformación.
            Pero para lograr estos objetivos, tanto en la investigación como en la docencia de las ciencias sociales deben romperse con muchas tradiciones que empujan a meras descripciones inconexas donde el espacio y el sujeto en su devenir son estudiados cada uno por su lado sin buscar la comprensión de posibles interacciones. Para ello, entre otras cosas recurrir a un estudio geohistórico de estas realidades; y así, ofrecer una interpretación más o menos cercana a la realidad que presentan estos contextos.
            Por estas razones, es que hoy se enfatiza que no basta con las meras descripciones físicas ni el simple recuento cronológico para dar forma a la constitución de una identidad forjada al pulso de acciones humanas por varios miles de años; pero que, producto de intereses particularísimos, su estudio se encuentra conjugado en simples paréntesis que no construyen camino alguno.
            De esta situación, a su vez, se deriva una actitud tanto teórica como pedagógica en la cual, la generalización y la concepción de lo universal conllevan al desconocimiento de las realidades particulares que se gestan en espacios periféricos y que, como tales, son excluidos de los textos y los programas escolares. Condición ésta que se agrava cuando ni siquiera las nuevas generaciones que se vienen formando como docentes en las áreas de las ciencias sociales están recibiendo la formación necesaria al respecto.
            Dicha realidad palpita en cada aula de clases, donde lo modal, lo inmediato y “lo virtual” es lo que configura la dinámica educativa. Hoy tenemos la posibilidad de acceder como nunca antes a fuentes de información increíblemente diversas, ampliamente difundidas y de un extenso contenido, pero a la vez, nos hayamos imposibilitados de que los estudiantes reconozcan el espacio en el cual se desenvuelven. Ese terruño en el cual vieron sus primeras luces y que modela su imaginario y su idiosincrasia. Pero veamos, porque se origina tal situación.
La región: una categoría proscrita de la escuela
            El término región como categoría sociohistórica se presenta sumamente complejo, a la vez que profundamente escurridizo. Atraparlo o al menos, enmarcarlo dentro de un prisma particular se convierte en una acción difícil de acometer tanto en el acto propio de la investigación como dentro del aula de clase. Resulta evasiva en buena medida porque posee una carga polisémica que resulta en cierto grado de dificultad al momento de hacer su abordaje.
            A este respecto, es bueno señalar con muchos investigadores en esta área que, en buena medida, “La idea de “región” es una construcción puramente intelectual, teórica. Un conjunto de elementos puede ser entendido como región según los más diversos criterios; depende enteramente del tipo de relaciones que uno decide considerar relevantes”.[3]
            Es por ello, que no es de extrañar que tal aspecto no sea considerado en el quehacer escolar. Basta simplemente conformarse con una supuesta nacionalidad basada en aspectos genéricos y reduccionistas donde se difuminan las realidades locales. Y en la medida que se profundizan los procesos formativos se debilita la identidad y con ella se diluye el sentido de pertenencia, trayendo como consecuencia a su vez, el deterioro de la ciudadanía.
            A pesar de ello, es el gentilicio de la patria chica, del terruño, lo que identifica en la cotidianidad al individuo, y que de manera simultánea lo integra a sus pares símiles y con quienes comparte el espacio inmediato, pero es importante destacar que el hecho de consolidar una identidad colectiva, la misma bajo ningún concepto implica igualdad o unidad.
            ¿A qué viene tal aseveración? Pudieran preguntarse. Pues simplemente, es porque a pesar, de que se esté estudiando un espacio físico reducido, el mismo puede estar caracterizado por una gran diversidad que empuja a la formación de microidentidades que establecen una especie de “ghettos” culturales que se encuentran circunscritos a la semiótica que el sujeto construye en torno al espacio en el cual se asienta. Tal condición es producto de esa condición que Medina Rubio señala cuando indica 
… que desde el punto de vista del espacio, la región suele asociarse a criterios muy disímiles, pues por igual se contrae a un pequeño valle fluvial, que bien se podría atrapar en una carta a escala 1:50.000, o a una extensa llanura que configuraría lo que Dollfus denomina una provincia geográfica, y aún a dominios espaciales y humanos mayores (Medina, en González y otros, 1986, p. 29)[4].
Como trujillanos, y vistos desde el ámbito nacional, quienes habitamos en Trujillo nos hallamos enmarcados dentro de la región andina, arrojando un velo de anonimia y uniformidad que no responde con justicia a la realidad que se vive intramuros de este espacio. Es así, que en primera instancia se debe reconocer que:    
La región de los Andes cuenta con una diversidad de climas y microclimas que se relacionan con las diferencias altitudinales o pisos térmicos que caracterizan el área. La tierra caliente, templada, fría y paramera se extiende desde los 0 hasta los 5.900 metros sobre el nivel del mar y cada zona presenta un ecosistema que influyó en el desarrollo de la tecnología y las formas de organización social y política de las comunidades prehispánicas[5] (Salazar y otros, 2000, p. 75).
Esta condición natural del espacio andino a su vez, provoca singularidades en las actividades humanas, particulariza el quehacer de los hombres y modela sustancialmente ciertos patrones y/o modelos de conducta. Conlleva a la aprehensión de además del espacio; de los signos, símbolos e íconos propios de la idiosincrasia de sus pobladores.
Pero dicha diversidad no es una realidad exclusiva de la región andina. A lo interno de las fronteras del estado Trujillo, también se presenta tal caracterización física. Y por tanto, las particularidades y diversidades se hacen protagonistas en la constitución del SER trujillano. Y por ende, esa trujillanidad adquiere matices en función a las peculiaridades culturales que se han entretejido a los largo de los años en espacio que pudiéramos llamar microrregionales.
Hasta ahora, se ha indicado la existencia de microidentidades que se forman y consolidan en espacios concretos dentro de espacios más generales. Parecieran estas realidades, razón inexcusable para poder pensar, que lo que hoy constituye al estado Trujillo, dista mucho de ser considerado como una región histórica en relación dialogante con sus habitantes.
Pero a pesar de esta realidad, se mostrará de manera sucinta ese complejo y extenso proceso que data tal vez a miles de años, en los que el hombre apareció en esta geografía y la hizo suya. Generando identidades que le han permitido integrarse como un todo medianamente armonioso, pero que imprime matices policromáticos que hablan de su riqueza cultural.
LOS ORÍGENES
Si bien, la región andina (y el estado Trujillo como ente constitutivo de la misma) tuvo un origen algo calamitoso, la aparición del hombre sobre estas tierras se llevó a efecto de una manera mucho más parsimoniosa. Y de estos orígenes debemos partir, para poder comprender mejor la conformación identitaria del trujillano. Es decir, romper con esa mirada restrictiva que proyecta nuestro pasado al año de 1557. Es decir, ese discurso que exhibe a la presencia europeo como acto genésico de la trujillanidad.
Es así, que las primeras huellas que comienzan a dibujar lo que podría ser las bases de la futura “cartografía” trujillana provienen de los aborígenes Cuica, quienes venidos de los andes venezolanos (probablemente parcialidades muiscas o Chibchas provenientes de los andes colombianos, se asentaron en el territorio trujillano. Y a pesar, de que estos aborígenes, no constituyeron estructuras organizativas que pudieran indicar con precisión algo similar a límites, si se extendieron por un amplio territorio donde desarrollaron sus actividades económicas y culturales y que entablaron relaciones con otras familias aborígenes lo que si modelaría un bosquejo de fronteras culturales que han utilizado a lo largo de los años los arqueólogos y antropólogos para delimitar estos grupos humanos.
Se ha insistido, que la historiografía predominante u oficial ha ignorado por grandes períodos al mundo aborigen venezolano y trujillano, pero producto de trabajos de profesionales interesados en el asunto, se puede realizar una ubicación de estos primeros grupos humanos, ejemplo de ello, el historiador trujillano, Mario Briceño Perozo, señala lo siguiente:
El país de los cuicas se comunicaba por el norte con los llanos de carota y el lago de Coquivacoa, por el sur con las montañas de Mérida y los llanos de Barinas, por el este con tierras de lo que son hoy los Estados Lara y Portuguesa y por el oeste con tierras del Zulia y lago de Maracaibo, antes de Coquivacoa[6].
Pero además de esto, los indígenas Cuica establecieron parcialidades claramente definidas que dividieron este amplio territorio en localidades con una personalidad cultural bastante destacadas. Lo que a su vez, se decanta en la definición de estos espacios como núcleos formadores de identidad. Hoy, buena parte de las localidades trujillanas con “tradición” conservan su toponimia de origen claramente indígena.
Recordemos, que para el acto de fundación de las ciudades por parte de los españoles, el espacio seleccionado debía reunir tres condiciones esenciales, a saber: suministro de agua, posibilidad de defensa y por último, presencia cercana de aborígenes que garantizarán o contribuyeran con la subsistencia de sus pobladores. Si se realiza un repaso somero de la ubicación de las principales parcialidades indígenas se podrá encontrar lo siguiente:   
Los mucas estuvieron ubicados en lo que es hoy la capital trujillana, en el valle que riegan el río Castán y la quebrada de los Cedros; muy cerca de los mucas estaban los bombás, los sisíes o misíes, los bujayes, tonojoes, monayes y tirandaes.  Estos últimos se dividían a su vez en otros grupos menores como los chachíes, chiquimbúes, mitisúes, chachiques, chacúes, marajabúes, timusúes, estivandaes, isnabuses, cajúes, isnarunes, escacoyes, curupúes y estiguates, que moraban en tierras que después pasaron a ser asiento de Pampám, San Lázaro y Santiago.
En Boconó las tribus principales fueron los tostoses, niquitaos, burbusayes, guandaes y miquichaes.
En Carache estuvo el núcleo central de los cuicas, que se acercaban a los Humocaros y comprendían varios subgrupos, entre éstos los visupites, los caraches y los chejendes.
En Quebrada Grande – Distrito Urdaneta – los miquimboyes, jajoes, duríes, esnujaques, mucutíes y otros que estaban en las vecindades con los timotes.  A los indios de las riberas del Momboy, en lo que fue después La Puerta, se les deistinguio con el nombre de timotes.
En Escuque y de allí hacia Betijoque, la zona baja hasta las inmediaciones del Lago de Maracaibo moraban los jirajaras, los escuqueyes, los isnotúes, los mosqueyes, los moporos, los tomoporos y los misoas[7].
Tal distribución, empareja al espacio físico y al hombre, lo conduce a formas particulares de interacción y las mismas se transmiten de generación a generación. Y parece hermanarlo a un destino que lo emparenta cada día más con la tierra. Pero tal condición, será sometida prueba, una vez que “el otro” acuda al encuentro y lo tome por asalto. Y a partir de esta confrontación se comenzará a gestar una nueva dinámica sociocultural y política – económica que conducirá a la estructuración de nuevos imaginarios y de nuevas realidades.
EL ENCUENTRO
Cuando para el año 1498, el Almirante Cristóbal Colón advierte las costas de tierra firme, el europeo aún no poseía certeza de las implicaciones de los hallazgos que se habían producido a partir del doce de octubre de 1492. Sin embargo, sin muchas reflexiones y con menos consideraciones, este aventurero se dispuso a la exploración y la conquista del amplio territorio que reclamaba para sus monarcas.
Es así, que cuando se inicia la ocupación del occidente de Venezuela, particularmente desde el enclave que se había constituido el pueblo del Tocuyo, medio siglo después de la llegada del español, aún no era mucho lo que se sabía al respecto de estas tierras y de los hombres que sobre ella realizaban su cotidianidad.
Sin embargo, gracias a ciertas fuentes documentales, se puede apreciar que desde un principio, hubo por parte de los españoles, buen interés por ocupar las tierras de los Cuicas, más que por sus posibles riquezas auríferas, por la calidad de sus suelos y la supuesta mansedumbre de sus pobladores. Éste, reunía condiciones destacadas para ser consideradas su ocupación.
Es oportuno, indicar las noticias que al respecto se poseen de los preparativos para la ocupación de la provincia de los Cuicas. Y a este respecto, el cabildo del Tocuyo delibera al respecto. Fray Pedro Simón indica lo siguiente:
“…el cabildo y ciudad del Tocuyo, teniendo noticias de unas provincias de los indios Cuicas que estaban al poniente de su ciudad, a las cuales había entrado el contador Vallejo el año de mil y quinientos y cuarenta y nueve, con comisión del gobernador Tolosa, determinó enviar a descubrirlas del todo y conquistarlas[8].  
De esta manera, se puede apreciar, que las tierras habitadas por los indígenas cuicas, despertaron el interés de inmediato a los nuevos hombres, venidos del otro lado del atlántico. Sin embargo, por razones no explicitadas, tardó casi una década desde el momento de la primera exploración hasta la decisión definitiva de su ocupación.
Por esta razón, cuando el español, sale a la conquista, se dirige al espacio que ocupa esta laboriosa nación, lo que traerá como consecuencia, no sólo el asentamiento de la primera ciudad de los andes venezolanos, sino que además, originará tal aventura un deambular que provocará a su vez, la génesis y la germinación del asiento de la ciudad como epicentro de la dinámica social.
Para tan importante empresa, fue comisionado Diego García de Paredes, y sobre la misma, José de Oviedo y Baños nos relata a manera de crónica lo siguiente: “…salió del Tocuyo, y marchó para los Cuicas, cuya provincia atravesó siempre al Poniente, buscando sitio acomodado para poder poblarse, sin que en la docilidad encontrase oposición[9]” (1967, p. 229). Es de detallar, que el ejercicio de fundación, no fue un acto improvisado, este conquistador, se introdujo al occidente de esta comarca, hasta constatar de un sitio acto para tal fin.
En esta dinámica, mantuvo de manera incansable su marcha, “…hasta llegar á descubrir la populosa población de Escuque, situada en un lugar eminente á las vertientes del caudaloso río de Motatan […] donde pareciéndole a Paredes paraje acomodado, por las conveniencias del sitio, fundó el mismo año de cincuenta y seis la ciudad de Trujillo[10]…”, y más allá de las discrepancias presentadas por los mismos cronistas, en lo que respecta al año de fundación y a los posteriores desplazamiento de la ciudad y sus pobladores; Trujillo estará ligado a esa relación siempre tirante entre los cuicas y el conquistador español.
Es así, que Boconó, Motatán, Sabana Larga, Pampán y Trujillo de Nuestra Señora de La Paz a parte del propio Escuque, nacieron en torno a esta dinámica de trashumancia en la que sus habitantes se vieron forzados a vivir a lo largo de trece azarosos años. Trujillo, de esta manera se va afianzando de manera paulatina con el transcurrir de los años.
El territorio conquistado por los españoles será modelador de hombres de temple, laboriosos, dedicados a las actividades agrícolas y de comercio. La posesión de la tierra le va granjeando fortuna a la ciudad y a sus pobladores, los une en un sentido común. Los define como habitantes de un espacio que les pertenece y al que pertenecen.
La errabunda existencia de los primeros pobladores, no solo permite la exploración y la conquista de un territorio que se le arrebata a grandes tajos a los dueños originarios, sino que otorga derecho de propiedad. La administración centralizada en el cabildo de la ciudad, le permite a los habitantes que se asentaron de manera definitiva en el valle de los Mucas, hacerse de importantes propiedades, en los más diversos parajes de la geografía trujillana.
Esto permitió formar identidad, es decir ese reconocimiento del hombre con su espacio. Parte de esa construcción del Trujillo, como región histórica se afianza con una experiencia en el propio período colonial, esto es; el Mayorazgo de los Cornieles, el cual se extendió por gran parte de las tierras conquistadas y que sirvió de asiento a los primeros pobladores que se hicieron llamar trujillanos. Su condición de indivisible, garantizó de igual manera, la integridad territorial de dicho espacio, hermanando aún más al hombre con su tierra.
A este respecto, Rojo (1997, p. 41) nos señala que:
Según documento localizado en el Archivo General de la Nación el mayorazgo fue fundado vinculando grandes extensiones de tierra, todas ellas fraccionadas a lo largo y ancho de la jurisdicción del actual Estado Trujillo, conformando estancias de pan “llevar” y pan “coger”, estancias de ganado mayor y menor.[11]
            Esta vinculación de tierras independientes, diseminadas por la geografía trujillana, provocan de manera indiscutida, un sentido de integración y unidad. Dicho mayorazgo se funda en fecha del 30 de junio de 1610, apenas cuarenta años después del asentamiento definitivo de la ciudad de Trujillo. Factor por el cual, se considera como instrumento que contribuye a la consolidación del estado Trujillo como región histórica.
            Esta distribución de tierras en beneficio de un hombre y su familia, permitirá la relación estrecha con distintas espacialidades que en otrora constituían parte de la nación cuica y que ahora se encuentra bajo el amparo del cabildo trujillano. De la misma manera, la autora antes citada, detalla lo siguiente:
El mayorazgo estaba conformado por 21 estancias[12] de ganado mayor, que representaban cada una aproximadamente 15 cabuyas de 100 varas[13], más 20 varas de ancho y 29 cabuyas de 100 varas más 16 varas de largo; además de estos bienes, se incorpora a los bienes la mitad de la Sabana de la Galera, que la quebrada que la atraviesa va a dar a Misoa pueblo de indios en la Laguna de Maracaibo, cuya extensión aproximada es de dos leguas[14], que vendrían a representar en hectáreas[15] 6.210. mas siete y un tercio de estancias de pan llevar, que cada una de ellas, estaría conformada por 11 cabuyas más 25 varas. (ob. cit. P. 42 – 43).
Y más adelante, remata indicando que;
El mayor número de estancias que conforman los bienes del mayorazgo se encuentran localizados en el cantón Trujillo, dedicados al cultivo y a la cría de ganado mayor y menor. Los llanos de Motatán ubicados en el cantón Escuque, dedicados a la cría de ganado y al cultivo de cacao. Tierras en el cantón Carache en el sitio de Agua de Obispo. Tierras en el valle de Niquitao y Boconó dedicados a la producción de trigo y a la cría de ganado menor y mayor en el cantón Boconó.    (ob. cit. P. 43).
 Una vez más, se observa el reflejo de la cultura aborigen en la toponimia utilizada por el español, prosigue el continuo humano, se conjugan de esta manera hombre y espacio para darle sentido a un gentilicio, puesto que la intención no es agotar el tema, y tal como se les advirtió que estas líneas corresponden a un trabajo más amplio, es necesario ir redondeando algunas conclusiones derivadas de este proceso histórico.
·         Trujillo es fácilmente asumido como una región histórica debido a que su origen remonta a sus habitantes a un pasado común y compartido por las generaciones antecesoras y que asumen las generaciones legatarias.
·         Es necesario, que en el proceso educativo estas realidades sean incluidas para su estudio y de esta manera, contribuir con la formación de la identidad.
·         Además, resulta indispensable la creación y el uso de recursos de materiales didácticos (sobre todo cartografía histórica) que faciliten el proceso de enseñanza aprendizaje de estas realidades geográficas. y culturales.
·         De lo anterior, también se deriva la necesidad de la utilización del enfoque geohistórico para de esta manera inducir al estudio del espacio en la dinámica histórica.
·         Otra lección que ha quedado pospuesta es la comprensión de la diversidad espacial y cultural de la región trujillana. El estado Trujillo, es en este sentido, un crisol donde se funde la tradición, las costumbres, la memoria, en medio de diversos paisajes que los cobijan.
·         Por último, es necesario abordar el estudio del devenir del pueblo desprendiéndose de la concepción centralista que tanto ha caracterizado la dinámica educativa.




[1] Presentado en la jornada de geografía en la ULA – NURR en la ciudad de Trujillo (del 24 al 26 de septiembre de 20141).
[2] Coordinador de la Casa de Historia del estado Trujillo. Docente de historia en la ULA – NURR.
[3] El regionalismo en México y Alemania. Pág. 23.
[4] González y otros. (1986). Historia regional. Tropikos. Caracas, Venezuela.
[5] Salazar y otros. (2000). Historia de Venezuela. FEDUPEL.  Caracas, Venezuela.
[6] Briceño, M. (1982). Historia del Estado Trujillo. Imprenta del Estado. Trujillo, Venezuela.
[7] Ibidem.
[8] Fray Pedro Simón. (1992). Noticias historiales de Venezuela. Biblioteca Ayacucho. Caracas, Venezuela.
[9] En: Oviedo, J. (1967). Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela. Ediciones Ariel. Caracas, Venezuela.
[10] Ibídem.
[11] Rojo, Z. (1997). El Mayorazgo de los Cornieles. Academia Nacional de la Historia. Caracas, Venezuela.
[12] Estancia: Hacienda de campo usada para la ganadería.
[13] Vara: antigua unidad de medida equivalente a 0,86 metros.
[14] Legua: unidad de medida equivalente a 5.575 metros en Venezuela.
[15] Hectárea: unidad de medida equivalente a 10.000 m2.