¿De la estructura
colonial al estado socialista?
Desde
el doce de octubre de 1492 cuando Cristóbal Colón llega a las costas orientales
de lo que más tarde llamaríamos América, comienza una ruptura histórica desde
la cual se desencadena una oleada de transformaciones y/o ampliaciones de los
sistemas imperantes en el mundo conocido. A partir de la misma, se construye
una resemantización de la realidad en este lado del planeta. De esta manera,
nos iniciamos en la historiografía universal siendo lo que no éramos. Así nacen
las indias occidentales y de manera simultánea surgen los indios. Nombres de
las tierras y hombres encontrados por los exploradores europeos. Lo que nos ata
en nuestra nominación a los referentes propios que los europeos de los siglos
XV y XVI poseen en su imaginario colectivo. Estos elementos parecieran no tener
repercusión alguna pero es precisamente esta realidad la que nos permite
comprender las complicadas relaciones dialécticas – en cuanto a condiciones
sociales, económicas y políticas – que rigen en nuestra actualidad.
En
este sentido, una vez que el occidental asume la equivocación, de que este lado
del mundo no eran las indias orientales y que por ende aquí no se podrían
encontrar las riquezas descritas en los relatos maravillosos de Marco Polo quien
las ubicaba en las tierras de Cipango y Catay, los europeos asumieron la teoría
desde la cual este lado del planeta era una tierra vacua y que sus hombres se
encontraban reducidos a un género inferior o eran vistos en la mayor de las
veces como simples salvajes que no poseían alma, negándoles con ello la propia
condición humana. Por tal razón la conquista violenta a través del exterminio
respondía a una condición aceptada por la divinidad (el dios de la tradición
judeocristiana atrapado en la iglesia católica), y de esta realidad surgió la
justa guerra, que concluyó con la aniquilación o sometimiento de los aborígenes
del supuesto nuevo continente.
En
este orden de ideas, el proceso de conquista llevado a efecto por los europeos
en las tierras “descubiertas” no era visto de otra manera sino como el simple
proceso de civilización, de culturización de una espacialidad que era carente
de todo a cuanto “desarrollo”, “avance” y
“progreso” constituyera. Lo aborigen – americano representaba lo
salvaje, lo inculto, lo bárbaro y no en cuanto a su acepción de extranjero si
no más bien como inhumano, fiero y bestial, mientras que lo europeo
representaba la civilización, el orden, el pensamiento. Por tal razón el proceso
colonizador no solo transfiere hombres y especies de plantas y animales de un
continente a otro, ésta implicó la implantación de un modelo social allende sus
fronteras. Constituyó de la misma manera un proceso expoliatorio y excluyente
que no permitió el desarrollo de la diversidad, que sometió en una camisa de
fuerza a las expresiones disidentes y obligó a todos a enmarcarse dentro de los
parámetros impuestos.
Para
lograr tal fin, la corona española en primera instancia utilizó la fuerza como
medio coercitivo, pero de manera simultánea y aún más efectiva fue la
utilización de la iglesia como mecanismo modelador de las sociedades que se
consolidaban en este hemisferio. Así, en principio se arrebataron la lengua y
los dioses propios de los grupos aborígenes convirtiéndolos en proscritos. De
esta forma, se construía todo un andamiaje cultural que terminaría conquistando
el inconciente colectivo de ese nuevo género humano que recién se constituía a
partir de la hibrides y mixtura de las razas que de manera paulatina se iban
encontrando en este nuevo contexto.
En
el caso venezolano, cuando los españoles arribaron a tierra firme, aquí los
grupos indígenas que se encontraban habitando se hallaban en los estadios
evolutivos del paleo indio (a excepción de los timotocuicas), es decir eran de
carácter nómadas y sin una formación social compleja, es por ello, que una vez
iniciada la segunda etapa de ocupación del territorio, es decir la colonización
propiamente dicha, comienza el traslado de las instituciones europeas para
constituir las nuevas sociedades criollas. He aquí la verdadera dimensión del
fenómeno sociopolítico que se engendra en nuestra tierra. A pesar que algunas
manifestaciones aborígenes y negras sobreviven disfrazándose, ocultándose,
refugiándose en la clandestinidad, son las instituciones europeas las que se
imponen y modelan el nuevo régimen constituido.
Desde
estas aseveraciones, podemos afirmar que la ciudad se convierte en núcleo
iniciador de los procesos de constitución de la sociedad imperante. Pero para
que dicha ciudad funcione, se amerita la existencia de instituciones que así lo
permitan y de esta manera, el cabildo es génesis de nuestra configuración
social, los criollos se constituyeron en poder local una vez que el cabildo se
instituyó en la empresa civilizadora. Pero este cabildo, quedó en manos de un
reducido grupo: la oligarquía territorial de la colonia, dejando sin representación
alguna a ingentes expresiones de lo que más tarde constituirá nuestra
nacionalidad. Sin embargo, es obligado el reconocimiento de la fundación de la
ciudad como el acto por excelencia, constituía un rito evocador del poderío del
imperio que subyugaba a los habitantes aborígenes, y en el que la espada y la
cruz se congregaban para otorgar legitimidad al usurpador, pero a su vez constituía
la opción de poder desde lo micro, pero dicho poder estará siempre funcionando
como satélite del poder constituido del rey y de lo que éste representaba.
Ante
el absolutismo imperante en el reino de España todo poder debía derivar del
propio rey que a su vez regentaba un poder otorgado por dios utilizando a la
iglesia como intermediaria. Si bien, en España, el rey emanaba desde la
metrópoli un caudal incesante de normativas que debían cumplirse en las
colonias de ultramar, las particularidades que emergían lentamente las
distanciaban e iban constituyendo nuevas generalidades a las que había que darles
respuestas, pero para infortunio de los españoles y para supuesta dicha de los
herederos de la república estas transformaciones jamás llegaron.
Así
las cosas, el régimen que sostuvo el dominio colonial durante trescientos años
prácticamente no sufrió ninguna modificación a lo largo de este extenso proceso
(el más largo de los períodos de nuestra historia pos - colombina). Se constituyeron tribunales a
través de la real audiencia, instancia que se encargaba de impartir justicia,
se trasladaron instituciones como las
gobernaciones y las capitanías generales
las que se consolidaron para cumplir las funciones de administración
política y ejecutar las leyes emanadas de su alteza, el rey de España. De la
misma manera se introdujeron otras instancias de administración como la real
hacienda y la real intendencia encargadas de la gestión de los bienes públicos y el desarrollo de la política fiscal y
comercial del período colonial, todas estas instancias designadas por la
soberana voluntad del monarca imperial. Donde son nombrados exclusivamente los
peninsulares para ocupar estos puestos. En este sentido, los blancos criollos
se vieron restringidos a sus reductos citadinos de los cabildos, lo que
alimentará un descontento que irá in cressendo y que de manera paulatina empujará a
transformaciones que se darán como producto de la confrontación.
De
esta manera encontramos que las bases de una sociedad que a fuerza de la
tradición se fue construyendo estaban echadas, y los cimientos de la misma
parecen resistirse a los embates propios del incesante tiempo; los vientos de
la revolución soplaban fuertemente tanto en Europa como en América, revolución
que en el siglo XIX parecía trastocar el estado de cosas que durante siglos
habían permanecido inconmovibles, revolución que se extendía tanto en el ámbito
político como en lo intelectual. Francia anunciaba con fuertes campanadas en el
ocaso del siglo XVIII y comienzos del XIX que nuevos tiempos se avecinaban, la
brisa transportaba los llamados a la libertad, la fraternidad y la igualdad.
Voces que emergían de una orilla del Atlántico y que sus ecos repercutían al
otro margen de ese mar que en inicio era una mar ignotum y que ahora se convertía en vehículo
a través del cual se conducían las novedades en esos tiempos de cambios,
presagiaban definitivamente que algo nuevo había bajo el cielo.
Del
mismo modo como tres siglos atrás los españoles habían llegado por las costas
orientales para imponer sus modos de vida, sus costumbres y tradiciones, sus
valores y creencias, un europeo de nuevo tipo: el de la ilustración acudía en
el siglo XIX a la constitución de una nueva realidad política. Una vez más, es
Europa quien señala el destino al que debe acudir América. El viejo continente nuevamente
indica el rumbo en el que navegarán
nuestras naves cargadas de consignas libertarias.
Por tal razón, se puede afirmar, que si bien
es cierto que el 19 de abril de 1810 Venezuela acude como protagonista al
ejercicio de ese poder primario que se constituyó desde la creación del cabildo
para poner fin al dominio del poder español sobre las tierras venezolanas, a
este evento no fueron invitados todos los grupos que hacían vida en la sociedad
venezolana, por lo que se puede señalar que allí, no eran todos los que estaban
ni estaban todos los que eran. Los negros, los indios y los pardos, eran
convidados de piedra y meros espectadores en el desarrollo de los eventos. Igualmente
puede indicarse que, por un lado, las ideas que se esgrimieron en procura de
constituir un nuevo sistema se corresponde una vez más a la herencia europea y
por otro lado, que las motivaciones y ambiciones clasistas de los mantuanos fue
el motor esencial que impulsó el desenlace de los acontecimientos.
En
este orden de ideas es más que comprensible, que el producto de la gesta
independentista haya sido un sistema tan excluyente como el que había
prevalecido a lo largo de los trescientos años de la colonia. Si bien fueron
desplazados los peninsulares del ejercicio del poder, esto no implicó bajo ningún
concepto que el ejercicio de ese poder pasó a manos de quienes habían padecido
la ominosa actitud de poder asumida por la corona. Igualmente, si se derogaron
los privilegios de la corona, no se alteró en grado alguno la condición de
explotado de la mayorías mientras que un reducido grupo seguía usufructuando de
los más amplios privilegios.
Por
otro lado, al menos en teoría, se rompió con el absolutismo imperante por el
rey, el cual ejercía el poder de manera absoluta, pero a su vez, surge el
caudillo como representante de la nueva estructura republicana. La república
engendrada posterior a 1810 es de carácter oligárquico y burgués. La proposición
de Montesquieu sobre la
separación de los poderes era manoseada por todos pero pocos o ninguno se
apegaba a la misma. Entretanto que las instituciones republicanas son una mera
proyección de las instauradas durante la colonia. La innovación mayor en lo
político es el sistema presidencialista y el establecimiento del poder
legislativo en las manos de un congreso bicameral.
Pero
resulta que la constitución es desconocida de manera continua y el congreso se
convierte en un bosque de manos alzadas al servicio del gobernante de turno
quien a fines de cuenta, es quien en realidad posee la última palabra.
Sobrevive aún como esencia local, micro, el cabildo o la esencia de los mismos
en los consejos municipales, las gobernaciones, otrora eran ocupadas por
decisión de los gobernantes y no por los gobernados. Y en el ámbito social la
situación resulta aún más vergonzante. La esclavitud se mantiene y los derechos
políticos son consagrados exclusivamente a quienes poseen bienes de fortuna. El
nuevo modelo republicano en este sentido genera más decepción que bienestar.
Y
es a partir de esta profunda decepción desde donde se engendrará la lucha
social en contra del status quo. Allí las masas empobrecidas se sumarán y
servirán de carne de cañón y escalera para un sinnúmero de oportunistas que van
desde generales de montoneras hasta líderes de partidos políticos, pero una vez
que la lucha toma una pausa, nuevamente las masas populares quedan desplazadas
y surge el entendimiento entre los grupos de poder.
Por ejemplo, la democracia
venezolana surgida del pacto de Puntofijo, posterior al derrocamiento de la
dictadura de Marcos Pérez Jiménez, firmado por los partidos tradicionales
venezolanos a excepción del Partido Comunista, se había proyectado como el
sistema democrático más sólido de Latinoamérica, desde 1958 y hasta finales de
la década de los 80`s se concibe como la más longeva democracia del
subcontinente. Así resultan incuestionables los logros obtenidos a partir de
este acuerdo. Pero lo que no se destaca casi nunca es que este pacto dejó de
lado a una parte de quienes conformaron la resistencia contra el régimen
perezjimenista, y que de esta manera la democracia había nacido herida en este
país cargado de riqueza petrolera. Desde sus propios inicios el sistema
político venezolano nacido del puntofijismo debió enfrentar serias amenazas
producto de ese mal parto del cual había nacido. Los sectores de izquierda,
desplazados y radicalizados, así como algunas esferas nacionalistas del
estamento militar se sublevan contra el sistema establecido, igualmente
factores foráneos intervendrán en la dinámica política nacional en el contexto
de la llamada Guerra Fría.
Por esta razón, será
constante la influencia de los países del llamado Socialismo Real, promoviendo
y financiando a los grupos armados que se iban constituyendo en guerrillas
tanto urbanas como rurales. Pero de la misma manera, el gobierno de Estados
Unidos pretenderá asegurar sus intereses a través de la ingerencia abierta o
solapada del Departamento de Estado o de organizaciones de inteligencia como la CIA , además de ofrecer
capacitación de las fuerzas armadas por medio de la Escuela de Las Américas.
De igual manera, resulta
necesario destacar que el desplazamiento del modelo político tradicional
venezolano y la implantación de uno nuevo, desde luego implicó un reacomodo de
los actores políticos y económicos dentro de la sociedad, en este sentido, en
Venezuela las elites económicas encabezadas por FEDECAMARAS y los partidos
políticos engendrarán un pacto tácito para lograr la gobernabilidad del país y
así evitar la posibilidad del regreso de los simpatizantes del perezjimenismo.
Así la estructura económica estará accionando en función de fortalecer el
estado en manos de los partidos, a la vez que el estado les permitía a estos empresarios
lograr importantes ganancias bajo el amparo y las “bendiciones” del estado.
Así, encontraremos que los
gobernantes venezolanos ejecutaron durante las décadas del sesenta y setenta
del siglo XX políticas de persecución y exterminio de las tendencias de
izquierda muy similares a las desarrolladas por las dictaduras militares del
cono sur americano. El Plan Cóndor aplicado en Chile, Argentina, Bolivia,
Brasil… tuvo su expresión en Venezuela, pero a diferencia de estos países, en
el nuestro brillaba una “esplendorosa” democracia. En los primeros diez años de
la democracia, hubo un número mayor de muertos, presos políticos y
desaparecidos que durante los diez años de la junta militar de gobierno
liderada por Pérez Jiménez. La guerra de guerrillas propagada en muchas de las
zonas rurales de Venezuela fue sofocada en buena parte no sólo por la acción de
la fuerza militar sino por los grandes ingresos producto de la exportación del
petróleo. La dependencia del mercado internacional de la energía por las fuentes
petroleras ubicadas generalmente en países del tercer mundo, entre ellos
Venezuela, permitió desarrollar un conjunto de medidas y políticas dirigidas a
fortalecer el clientelismo partidista, lo que degeneró en una acción de entrega
de subsidios y “ayudas” a los sectores más necesitados de la población. De esta
manera, si durante el siglo XIX la autocracia caudillista había sido el signo
representativo de la política nacional, en esta parte de nuestra historia el
partido era el estado.
Es de destacar que si la
política social estuvo en función de dádivas para acallar a las clases
necesitadas y fortalecer el peso del partido, la política económica estuvo
dirigida a fortalecer la importación y desarrollar la monoproducción y la
monoexportación. El petróleo se consolidó definitivamente como el motor
indispensable de la economía nacional. Esta situación condujo al proceso de
nacionalización de la industria de los hidrocarburos, que produjo jugosas
ganancias a los consorcios extranjeros quienes planificaron en gran medida
dicho proceso de nacionalización. Esto por supuesto profundizó aún más el
decaimiento de la actividad rural que a su vez multiplicó la pobreza y la
marginalidad en las principales ciudades del país, y acentuó de igual manera
nuestra dependencia hacia los Estados Unidos.
El estado democrático se
sustentaba de esta manera en la posibilidad de satisfacer las necesidades primarias de la población en
la medida que los ingresos petroleros se mantuvieran a un nivel que lo
permitiera. Pero los altos niveles de corrupción y el despilfarro generalizado,
hicieron que el sistema comenzara a resentirse, esto provocó un proceso
inflacionario y de devaluación que afectó por un lado al poder adquisitivo de
la población en general y la capacidad de respuesta del estado nacional por el
otro. Lo que conducirá en pocos años a la debacle económica – financiera –
social – política, que tendrá sus máximos exponentes en los años de 1989 y
1994.
Para el año 1976 se
anunció con bombos y platillos la tan cacaraqueada nacionalización del
petróleo, ya el Presidente Caldera había echo lo propio con el gas. Esto en
teoría significaba el ejercicio de la soberanía sobre los principales recursos
de nuestra economía por parte del estado venezolano. Las empresas extranjeras en
este sentido recibieron 4,3 millardos de dólares por concepto de rescisión de
concesiones. Lo cierto fue que las comisiones técnicas encargadas de ejecutar
dichas medidas o pertenecían de manera directa a los consorcios que hasta ese
entonces poseían las concesiones o eran representantes indirectos de estas
empresas multinacionales. Así, Petróleos de Venezuela, se convertirá en un
Caballo de Troya, años más tarde se argumentará que la estatal petrolera es
inauditable, que es una caja negra o que simplemente es un estado dentro del
estado. Los llamados convenios de asistencia técnica que se firmaron una vez
rescindidas las concesiones permitió que estas empresas continuaran influyendo
en la política petrolera nacional en perjuicio de los intereses de la patria,
conllevando a una crisis de la estatal petrolera, la cual estuvo al borde de la
privatización bajo el supuesto que no generaba dividendos al estado. Pero lo
cierto de ello es que una gerencia tecnocrática recibía salarios elevadísimos,
diríamos que obscenos a la vez que se intentaba por todos los medios quebrar la
médula a la economía nacional.
En este orden de ideas,
podemos afirmar que, los inmensos ingresos petroleros que entraban al estado
sirvieron para acrecentar la desigualdad, generando una insalvable fractura
entre ricos y pobres producto de la mala distribución de los mismos. Las
condiciones socioeconómicas de la mayoría de la población se fueron
resquebrajando, lo que desencadenó una escalada de revueltas populares durante
toda la década de los 80´s.
La unidad y complicidad de
los factores económicos con los actores políticos permitió construir una imagen
de sociedad plural cargada de igualdad de oportunidades, los medios de
información de masas en manos de los empresarios, estos “reyes de la baraja”
crearon una distorsionada imagen de lo que era realmente Venezuela, al parecer
la lucha de clases de la que tanto hablaba Marx no existía en el país. Por tal
motivo, en el momento en que se produce el caracazo los días 27 y 28 de febrero
y 01 de marzo de 1989 parece que agarra por sorpresa a una parte de la
población: aquella que había generado el discurso y que simultáneamente lo
había asimilado. De la noche a la mañana, se percataron que el sistema poseía
pies de barro.
Este evento pasa a los
anales de la historia con una enunciación geográfica totalmente errada, puesto
que el llamado Caracazo a pesar de tener sus focos iniciales en las ciudades de
Guarenas y Guatire, se extendió por la gran mayoría de las ciudades
venezolanas.
Por otro lado, factores
nacionalistas dentro de las Fuerzas Armadas Nacionales (FAN) nuevamente
intentan cambiar de rumbo político al país, la madrugada del cuatro de febrero
de 1992 todos fuimos sorprendidos con una intentona de golpe de estado
perpetrado por el grupo de COMACATES (comandantes, mayores, capitanes y
tenientes) y catapulta con ello la figura del Teniente Coronel Hugo Chávez como
la expresión más absoluta de la revolución venezolana, dejando de lado u
opacando a los sectores de la izquierda tradicional que se había enfrentado al
régimen Puntofijista, y que más tarde también le hicieron frente a la llamada
democracia representativa. Chávez de esta manera se convierte para muchos
venezolanos, en el paladín de la revolución a la vez que todo aquel que exprese
su motivación por la revolución se transforma en un nuevo subgénero de la
revolución a quienes denominan de manera genérica como CHAVISTAS.
A partir de esta realidad
se desarrolla un entrampamiento terrible entre los factores del poder en pugna
y aquellos, que pretenden una realidad venezolana que rompa de manera necesaria
con el pasado hegemónico de las elites entreguistas y que asumen de manera
crítica que las múltiples corrientes de la supuesta revolución bolivariana
tampoco han engendrado los frutos que de manera constante propugna como
impostergables.
En este sentido, se hace
necesario destacar que dentro de esa pugna intestina que se desarrolla en torno
al poder y producto del debilitamiento de los partidos políticos tradicionales,
convierten a los medios de comunicación en los actores políticos con una
protagónica participación. Además, nunca como ahora nuestra sociedad se había
encontrado tan mediatizada y por ende nunca antes el llamado discurso político
se había masificado en las proporciones de ahora.
El viraje más radical se
produce precisamente a partir de la llegada del ahora presidente de la
república Hugo Chávez Frías en la que se plante el establecimiento de un
sistema socialista cuya base sustancial son las comunas y por supuesto los
consejos comunales. Sin embargo es de destacar que dicho socialismo es una
categoría que hasta los momentos es desconocida por la mayor parte de la
población, y en medio de esa sobresaturación discursiva, se construye una
realidad mediática sumamente polarizada. Sin embargo, lo que se ha apreciado en
la práctica es el ejercicio de un marcado capitalismo de estado, con una
significativa asistencia social, que aún no resuelve los verdaderos problemas
de la población en lo que a necesidades básicas se refiere y de igual manera no
se ha mejorado la participación en el ejercicio directo de la población en la
toma de decisiones y mucho menos en la generación de políticas públicas.
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