domingo, 10 de noviembre de 2013

¿De la estructura colonial al estado socialista?
Una revisión crítica²
            Yherdyn Peña*


            Desde el doce de octubre de 1492 cuando Cristóbal Colón llega a las costas orientales de lo que más tarde llamaríamos América, comienza una ruptura histórica desde la cual se desencadena una oleada de transformaciones y/o ampliaciones de los sistemas imperantes en el mundo conocido. A partir de la misma, se construye una resemantización de la realidad en este lado del planeta. De esta manera, nos iniciamos en la historiografía universal siendo lo que no éramos. Así nacen las indias occidentales y de manera simultánea surgen los indios. Nombres de las tierras y hombres encontrados por los exploradores europeos. Lo que nos ata en nuestra nominación a los referentes propios que los europeos de los siglos XV y XVI poseen en su imaginario colectivo. Estos elementos parecieran no tener repercusión alguna pero es precisamente esta realidad la que nos permite comprender las complicadas relaciones dialécticas – en cuanto a condiciones sociales, económicas y políticas – que rigen en nuestra actualidad.
            En este sentido, una vez que el occidental asume la equivocación, de que este lado del mundo no eran las indias orientales y que por ende aquí no se podrían encontrar las riquezas descritas en los relatos maravillosos de Marco Polo quien las ubicaba en las tierras de Cipango y Catay, los europeos asumieron la teoría desde la cual este lado del planeta era una tierra vacua y que sus hombres se encontraban reducidos a un género inferior o eran vistos en la mayor de las veces como simples salvajes que no poseían alma, negándoles con ello la propia condición humana. Por tal razón la conquista violenta a través del exterminio respondía a una condición aceptada por la divinidad (el dios de la tradición judeocristiana atrapado en la iglesia católica), y de esta realidad surgió la justa guerra, que concluyó con la aniquilación o sometimiento de los aborígenes del supuesto nuevo continente.
            En este orden de ideas, el proceso de conquista llevado a efecto por los europeos en las tierras “descubiertas” no era visto de otra manera sino como el simple proceso de civilización, de culturización de una espacialidad que era carente de todo a cuanto “desarrollo”, “avance” y  “progreso” constituyera. Lo aborigen – americano representaba lo salvaje, lo inculto, lo bárbaro y no en cuanto a su acepción de extranjero si no más bien como inhumano, fiero y bestial, mientras que lo europeo representaba la civilización, el orden, el pensamiento. Por tal razón el proceso colonizador no solo transfiere hombres y especies de plantas y animales de un continente a otro, ésta implicó la implantación de un modelo social allende sus fronteras. Constituyó de la misma manera un proceso expoliatorio y excluyente que no permitió el desarrollo de la diversidad, que sometió en una camisa de fuerza a las expresiones disidentes y obligó a todos a enmarcarse dentro de los parámetros impuestos.
            Para lograr tal fin, la corona española en primera instancia utilizó la fuerza como medio coercitivo, pero de manera simultánea y aún más efectiva fue la utilización de la iglesia como mecanismo modelador de las sociedades que se consolidaban en este hemisferio. Así, en principio se arrebataron la lengua y los dioses propios de los grupos aborígenes convirtiéndolos en proscritos. De esta forma, se construía todo un andamiaje cultural que terminaría conquistando el inconciente colectivo de ese nuevo género humano que recién se constituía a partir de la hibrides y mixtura de las razas que de manera paulatina se iban encontrando en este nuevo contexto.
            En el caso venezolano, cuando los españoles arribaron a tierra firme, aquí los grupos indígenas que se encontraban habitando se hallaban en los estadios evolutivos del paleo indio (a excepción de los timotocuicas), es decir eran de carácter nómadas y sin una formación social compleja, es por ello, que una vez iniciada la segunda etapa de ocupación del territorio, es decir la colonización propiamente dicha, comienza el traslado de las instituciones europeas para constituir las nuevas sociedades criollas. He aquí la verdadera dimensión del fenómeno sociopolítico que se engendra en nuestra tierra. A pesar que algunas manifestaciones aborígenes y negras sobreviven disfrazándose, ocultándose, refugiándose en la clandestinidad, son las instituciones europeas las que se imponen y modelan el nuevo régimen constituido.
            Desde estas aseveraciones, podemos afirmar que la ciudad se convierte en núcleo iniciador de los procesos de constitución de la sociedad imperante. Pero para que dicha ciudad funcione, se amerita la existencia de instituciones que así lo permitan y de esta manera, el cabildo es génesis de nuestra configuración social, los criollos se constituyeron en poder local una vez que el cabildo se instituyó en la empresa civilizadora. Pero este cabildo, quedó en manos de un reducido grupo: la oligarquía territorial de la colonia, dejando sin representación alguna a ingentes expresiones de lo que más tarde constituirá nuestra nacionalidad. Sin embargo, es obligado el reconocimiento de la fundación de la ciudad como el acto por excelencia, constituía un rito evocador del poderío del imperio que subyugaba a los habitantes aborígenes, y en el que la espada y la cruz se congregaban para otorgar legitimidad al usurpador, pero a su vez constituía la opción de poder desde lo micro, pero dicho poder estará siempre funcionando como satélite del poder constituido del rey y de lo que éste representaba.
            Ante el absolutismo imperante en el reino de España todo poder debía derivar del propio rey que a su vez regentaba un poder otorgado por dios utilizando a la iglesia como intermediaria. Si bien, en España, el rey emanaba desde la metrópoli un caudal incesante de normativas que debían cumplirse en las colonias de ultramar, las particularidades que emergían lentamente las distanciaban e iban constituyendo nuevas generalidades a las que había que darles respuestas, pero para infortunio de los españoles y para supuesta dicha de los herederos de la república estas transformaciones jamás llegaron.
            Así las cosas, el régimen que sostuvo el dominio colonial durante trescientos años prácticamente no sufrió ninguna modificación a lo largo de este extenso proceso (el más largo de los períodos de nuestra historia pos -  colombina). Se constituyeron tribunales a través de la real audiencia, instancia que se encargaba de impartir justicia, se trasladaron instituciones como las   gobernaciones y las capitanías generales  las que se consolidaron para cumplir las funciones de administración política y ejecutar las leyes emanadas de su alteza, el rey de España. De la misma manera se introdujeron otras instancias de administración como la real hacienda y la real intendencia encargadas de la gestión de los bienes públicos  y el desarrollo de la política fiscal y comercial del período colonial, todas estas instancias designadas por la soberana voluntad del monarca imperial. Donde son nombrados exclusivamente los peninsulares para ocupar estos puestos. En este sentido, los blancos criollos se vieron restringidos a sus reductos citadinos de los cabildos, lo que alimentará un descontento que irá in cressendo y que de manera paulatina empujará a transformaciones que se darán como producto de la confrontación.
            De esta manera encontramos que las bases de una sociedad que a fuerza de la tradición se fue construyendo estaban echadas, y los cimientos de la misma parecen resistirse a los embates propios del incesante tiempo; los vientos de la revolución soplaban fuertemente tanto en Europa como en América, revolución que en el siglo XIX parecía trastocar el estado de cosas que durante siglos habían permanecido inconmovibles, revolución que se extendía tanto en el ámbito político como en lo intelectual. Francia anunciaba con fuertes campanadas en el ocaso del siglo XVIII y comienzos del XIX que nuevos tiempos se avecinaban, la brisa transportaba los llamados a la libertad, la fraternidad y la igualdad. Voces que emergían de una orilla del Atlántico y que sus ecos repercutían al otro margen de ese mar que en inicio era una mar ignotum y que ahora se convertía en vehículo a través del cual se conducían las novedades en esos tiempos de cambios, presagiaban definitivamente que algo nuevo había bajo el cielo.
            Del mismo modo como tres siglos atrás los españoles habían llegado por las costas orientales para imponer sus modos de vida, sus costumbres y tradiciones, sus valores y creencias, un europeo de nuevo tipo: el de la ilustración acudía en el siglo XIX a la constitución de una nueva realidad política. Una vez más, es Europa quien señala el destino al que debe acudir América. El viejo continente nuevamente  indica el rumbo en el que navegarán nuestras naves cargadas de consignas libertarias.
             Por tal razón, se puede afirmar, que si bien es cierto que el 19 de abril de 1810 Venezuela acude como protagonista al ejercicio de ese poder primario que se constituyó desde la creación del cabildo para poner fin al dominio del poder español sobre las tierras venezolanas, a este evento no fueron invitados todos los grupos que hacían vida en la sociedad venezolana, por lo que se puede señalar que allí, no eran todos los que estaban ni estaban todos los que eran. Los negros, los indios y los pardos, eran convidados de piedra y meros espectadores en el desarrollo de los eventos. Igualmente puede indicarse que, por un lado, las ideas que se esgrimieron en procura de constituir un nuevo sistema se corresponde una vez más a la herencia europea y por otro lado, que las motivaciones y ambiciones clasistas de los mantuanos fue el motor esencial que impulsó el desenlace de los acontecimientos.
            En este orden de ideas es más que comprensible, que el producto de la gesta independentista haya sido un sistema tan excluyente como el que había prevalecido a lo largo de los trescientos años de la colonia. Si bien fueron desplazados los peninsulares del ejercicio del poder, esto no implicó bajo ningún concepto que el ejercicio de ese poder pasó a manos de quienes habían padecido la ominosa actitud de poder asumida por la corona. Igualmente, si se derogaron los privilegios de la corona, no se alteró en grado alguno la condición de explotado de la mayorías mientras que un reducido grupo seguía usufructuando de los más amplios privilegios.
            Por otro lado, al menos en teoría, se rompió con el absolutismo imperante por el rey, el cual ejercía el poder de manera absoluta, pero a su vez, surge el caudillo como representante de la nueva estructura republicana. La república engendrada posterior a 1810 es de carácter oligárquico y burgués. La proposición de Montesquieu sobre la separación de los poderes era manoseada por todos pero pocos o ninguno se apegaba a la misma. Entretanto que las instituciones republicanas son una mera proyección de las instauradas durante la colonia. La innovación mayor en lo político es el sistema presidencialista y el establecimiento del poder legislativo en las manos de un congreso bicameral.
            Pero resulta que la constitución es desconocida de manera continua y el congreso se convierte en un bosque de manos alzadas al servicio del gobernante de turno quien a fines de cuenta, es quien en realidad posee la última palabra. Sobrevive aún como esencia local, micro, el cabildo o la esencia de los mismos en los consejos municipales, las gobernaciones, otrora eran ocupadas por decisión de los gobernantes y no por los gobernados. Y en el ámbito social la situación resulta aún más vergonzante. La esclavitud se mantiene y los derechos políticos son consagrados exclusivamente a quienes poseen bienes de fortuna. El nuevo modelo republicano en este sentido genera más decepción que bienestar.
            Y es a partir de esta profunda decepción desde donde se engendrará la lucha social en contra del status quo. Allí las masas empobrecidas se sumarán y servirán de carne de cañón y escalera para un sinnúmero de oportunistas que van desde generales de montoneras hasta líderes de partidos políticos, pero una vez que la lucha toma una pausa, nuevamente las masas populares quedan desplazadas y surge el entendimiento entre los grupos de poder.
Por ejemplo, la democracia venezolana surgida del pacto de Puntofijo, posterior al derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, firmado por los partidos tradicionales venezolanos a excepción del Partido Comunista, se había proyectado como el sistema democrático más sólido de Latinoamérica, desde 1958 y hasta finales de la década de los 80`s se concibe como la más longeva democracia del subcontinente. Así resultan incuestionables los logros obtenidos a partir de este acuerdo. Pero lo que no se destaca casi nunca es que este pacto dejó de lado a una parte de quienes conformaron la resistencia contra el régimen perezjimenista, y que de esta manera la democracia había nacido herida en este país cargado de riqueza petrolera. Desde sus propios inicios el sistema político venezolano nacido del puntofijismo debió enfrentar serias amenazas producto de ese mal parto del cual había nacido. Los sectores de izquierda, desplazados y radicalizados, así como algunas esferas nacionalistas del estamento militar se sublevan contra el sistema establecido, igualmente factores foráneos intervendrán en la dinámica política nacional en el contexto de la llamada Guerra Fría.
Por esta razón, será constante la influencia de los países del llamado Socialismo Real, promoviendo y financiando a los grupos armados que se iban constituyendo en guerrillas tanto urbanas como rurales. Pero de la misma manera, el gobierno de Estados Unidos pretenderá asegurar sus intereses a través de la ingerencia abierta o solapada del Departamento de Estado o de organizaciones de inteligencia como la CIA, además de ofrecer capacitación de las fuerzas armadas por medio de la Escuela de Las Américas.
De igual manera, resulta necesario destacar que el desplazamiento del modelo político tradicional venezolano y la implantación de uno nuevo, desde luego implicó un reacomodo de los actores políticos y económicos dentro de la sociedad, en este sentido, en Venezuela las elites económicas encabezadas por FEDECAMARAS y los partidos políticos engendrarán un pacto tácito para lograr la gobernabilidad del país y así evitar la posibilidad del regreso de los simpatizantes del perezjimenismo. Así la estructura económica estará accionando en función de fortalecer el estado en manos de los partidos, a la vez que el estado les permitía a estos empresarios lograr importantes ganancias bajo el amparo y las “bendiciones” del estado.
Así, encontraremos que los gobernantes venezolanos ejecutaron durante las décadas del sesenta y setenta del siglo XX políticas de persecución y exterminio de las tendencias de izquierda muy similares a las desarrolladas por las dictaduras militares del cono sur americano. El Plan Cóndor aplicado en Chile, Argentina, Bolivia, Brasil… tuvo su expresión en Venezuela, pero a diferencia de estos países, en el nuestro brillaba una “esplendorosa” democracia. En los primeros diez años de la democracia, hubo un número mayor de muertos, presos políticos y desaparecidos que durante los diez años de la junta militar de gobierno liderada por Pérez Jiménez. La guerra de guerrillas propagada en muchas de las zonas rurales de Venezuela fue sofocada en buena parte no sólo por la acción de la fuerza militar sino por los grandes ingresos producto de la exportación del petróleo. La dependencia del mercado internacional de la energía por las fuentes petroleras ubicadas generalmente en países del tercer mundo, entre ellos Venezuela, permitió desarrollar un conjunto de medidas y políticas dirigidas a fortalecer el clientelismo partidista, lo que degeneró en una acción de entrega de subsidios y “ayudas” a los sectores más necesitados de la población. De esta manera, si durante el siglo XIX la autocracia caudillista había sido el signo representativo de la política nacional, en esta parte de nuestra historia el partido era el estado.
Es de destacar que si la política social estuvo en función de dádivas para acallar a las clases necesitadas y fortalecer el peso del partido, la política económica estuvo dirigida a fortalecer la importación y desarrollar la monoproducción y la monoexportación. El petróleo se consolidó definitivamente como el motor indispensable de la economía nacional. Esta situación condujo al proceso de nacionalización de la industria de los hidrocarburos, que produjo jugosas ganancias a los consorcios extranjeros quienes planificaron en gran medida dicho proceso de nacionalización. Esto por supuesto profundizó aún más el decaimiento de la actividad rural que a su vez multiplicó la pobreza y la marginalidad en las principales ciudades del país, y acentuó de igual manera nuestra dependencia hacia los Estados Unidos.
El estado democrático se sustentaba de esta manera en la posibilidad de satisfacer  las necesidades primarias de la población en la medida que los ingresos petroleros se mantuvieran a un nivel que lo permitiera. Pero los altos niveles de corrupción y el despilfarro generalizado, hicieron que el sistema comenzara a resentirse, esto provocó un proceso inflacionario y de devaluación que afectó por un lado al poder adquisitivo de la población en general y la capacidad de respuesta del estado nacional por el otro. Lo que conducirá en pocos años a la debacle económica – financiera – social – política, que tendrá sus máximos exponentes en los años de 1989 y 1994.
Para el año 1976 se anunció con bombos y platillos la tan cacaraqueada nacionalización del petróleo, ya el Presidente Caldera había echo lo propio con el gas. Esto en teoría significaba el ejercicio de la soberanía sobre los principales recursos de nuestra economía por parte del estado venezolano. Las empresas extranjeras en este sentido recibieron 4,3 millardos de dólares por concepto de rescisión de concesiones. Lo cierto fue que las comisiones técnicas encargadas de ejecutar dichas medidas o pertenecían de manera directa a los consorcios que hasta ese entonces poseían las concesiones o eran representantes indirectos de estas empresas multinacionales. Así, Petróleos de Venezuela, se convertirá en un Caballo de Troya, años más tarde se argumentará que la estatal petrolera es inauditable, que es una caja negra o que simplemente es un estado dentro del estado. Los llamados convenios de asistencia técnica que se firmaron una vez rescindidas las concesiones permitió que estas empresas continuaran influyendo en la política petrolera nacional en perjuicio de los intereses de la patria, conllevando a una crisis de la estatal petrolera, la cual estuvo al borde de la privatización bajo el supuesto que no generaba dividendos al estado. Pero lo cierto de ello es que una gerencia tecnocrática recibía salarios elevadísimos, diríamos que obscenos a la vez que se intentaba por todos los medios quebrar la médula a la economía nacional.
En este orden de ideas, podemos afirmar que, los inmensos ingresos petroleros que entraban al estado sirvieron para acrecentar la desigualdad, generando una insalvable fractura entre ricos y pobres producto de la mala distribución de los mismos. Las condiciones socioeconómicas de la mayoría de la población se fueron resquebrajando, lo que desencadenó una escalada de revueltas populares durante toda la década de los 80´s.
La unidad y complicidad de los factores económicos con los actores políticos permitió construir una imagen de sociedad plural cargada de igualdad de oportunidades, los medios de información de masas en manos de los empresarios, estos “reyes de la baraja” crearon una distorsionada imagen de lo que era realmente Venezuela, al parecer la lucha de clases de la que tanto hablaba Marx no existía en el país. Por tal motivo, en el momento en que se produce el caracazo los días 27 y 28 de febrero y 01 de marzo de 1989 parece que agarra por sorpresa a una parte de la población: aquella que había generado el discurso y que simultáneamente lo había asimilado. De la noche a la mañana, se percataron que el sistema poseía pies de barro.
Este evento pasa a los anales de la historia con una enunciación geográfica totalmente errada, puesto que el llamado Caracazo a pesar de tener sus focos iniciales en las ciudades de Guarenas y Guatire, se extendió por la gran mayoría de las ciudades venezolanas.
Por otro lado, factores nacionalistas dentro de las Fuerzas Armadas Nacionales (FAN) nuevamente intentan cambiar de rumbo político al país, la madrugada del cuatro de febrero de 1992 todos fuimos sorprendidos con una intentona de golpe de estado perpetrado por el grupo de COMACATES (comandantes, mayores, capitanes y tenientes) y catapulta con ello la figura del Teniente Coronel Hugo Chávez como la expresión más absoluta de la revolución venezolana, dejando de lado u opacando a los sectores de la izquierda tradicional que se había enfrentado al régimen Puntofijista, y que más tarde también le hicieron frente a la llamada democracia representativa. Chávez de esta manera se convierte para muchos venezolanos, en el paladín de la revolución a la vez que todo aquel que exprese su motivación por la revolución se transforma en un nuevo subgénero de la revolución a quienes denominan de manera genérica como CHAVISTAS.
A partir de esta realidad se desarrolla un entrampamiento terrible entre los factores del poder en pugna y aquellos, que pretenden una realidad venezolana que rompa de manera necesaria con el pasado hegemónico de las elites entreguistas y que asumen de manera crítica que las múltiples corrientes de la supuesta revolución bolivariana tampoco han engendrado los frutos que de manera constante propugna como impostergables.  
En este sentido, se hace necesario destacar que dentro de esa pugna intestina que se desarrolla en torno al poder y producto del debilitamiento de los partidos políticos tradicionales, convierten a los medios de comunicación en los actores políticos con una protagónica participación. Además, nunca como ahora nuestra sociedad se había encontrado tan mediatizada y por ende nunca antes el llamado discurso político se había masificado en las proporciones de ahora.
El viraje más radical se produce precisamente a partir de la llegada del ahora presidente de la república Hugo Chávez Frías en la que se plante el establecimiento de un sistema socialista cuya base sustancial son las comunas y por supuesto los consejos comunales. Sin embargo es de destacar que dicho socialismo es una categoría que hasta los momentos es desconocida por la mayor parte de la población, y en medio de esa sobresaturación discursiva, se construye una realidad mediática sumamente polarizada. Sin embargo, lo que se ha apreciado en la práctica es el ejercicio de un marcado capitalismo de estado, con una significativa asistencia social, que aún no resuelve los verdaderos problemas de la población en lo que a necesidades básicas se refiere y de igual manera no se ha mejorado la participación en el ejercicio directo de la población en la toma de decisiones y mucho menos en la generación de políticas públicas.



² Presentado el 23 de julio de 2010. Universidad Simón Rodríguez- Núcleo Trujillo.
* Profesor de historia del NURR – ULA. Coordinador del Taller de Historia “Abya Yala”.

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