LA
INTEGRACIÓN NUESTRAMERICANA COMO NECESIDAD IMPOSTERGABLE EN LA EDUCACIÓN DEL
SIGLO XXI[1]
(Parte
I: Espacio y tiempo. La Abya Yala)
Yherdyn Peña[2]
Comprenderse, y más aún, aceptarse tal cual se es; parte de la
condición de saberse consustanciado con un pasado que nos identifica como
pueblo milenario. Comprender en toda su complejidad la consuetudinaria
condición de colonizados que han pretendido imponernos desde los múltiples
medios y desde las diferentes estructuras de dominación aquellos que se han erigido
como cuna de la cultura y la civilización.
Generar una identidad honesta, se constituye hoy por hoy
en un compromiso ineludible en los que los actores políticos, sociales,
culturales, y por supuesto, educativos deben asumir sin más demora. Pero para ello,
se necesita a su vez, observar y evaluar de manera crítica las llamadas
superestructuras sociales sobre las cuales se cimientan nuestra conciencia
ciudadana. Y en este sentido poder entender el cuadro ético y moral al cual nos
hallamos circunscritos.
Por esta razón,, en la jornada de hoy, he venido a
compartir con ustedes algunas consideraciones que sobre el devenir político
educativo de lo que hoy se da por llamar América Latina se han gestado a lo
largo de su complejo proceso de formación y consolidación. Partiendo por
supuesto, de la experiencia evidenciada en el contexto educativo venezolano.
Consideraciones que de por sí, constituyen parte de un
proyecto más amplio que se encuentra en desarrollo, y por ello, quiero acudir a
vuestra venia y a la de los organizadores para dividir en dos partes esta
exposición para que una de ellas, apoyado en el recurso audiovisual lo pueda
ilustrar de mejor manera y retomar a una reposada lectura para el debate.
De igual manera, deseo aclarar que la primera intención
es encarar lo pertinente que resulta entender la relevancia del conocimiento
del espacio geográfico ya sea como mecanismo de dominación, o por el contrario,
como instrumento liberador. De esa internalización puede gestarse en el ámbito
educativo un accionar más crítico y comprometido con el verdadero ejercicio de
la Soberanía del Pensamiento.
A este respecto, se desea destacar que, desde la
construcción de una espacialidad no sólo periférica si no que además, profundamente
minusválida y subordinada se han venido formando por generaciones los hombres y
mujeres de Nuestra América y desde ella, se prefigura a su vez la
intencionalidad de una conciencia sumisa.
Y a pesar de que se han venido gestando importantes
esfuerzos, para generar una visón más realista de nuestro plantea, dichas iniciativas
han quedado completamente aisladas, y no han tenido la cabida en los planes,
programas y proyectos de nuestros sistemas educativos. De esta manera, desde la
visión de los pueblos originarios de Nuestra América, pasando por el mestizaje,
hasta la percepción de nuestros modelos políticos y de organización, han sido
profundamente desplazados y distorsionados.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsa9dIcyVk5KXGqHklR7M0WyeX1aVQiMJZNQlQv39PLODImDE3ZZSXz2n2zeylp9oYEAQQTcxObK-9t_cuUx0A1SsCbuKBbfi_Dh7VQLDoaz3BgcfN246xwnoepAsiThsA2HucnPRiOdo/s1600/peters.jpg)
A partir de
esta primera realidad, que es a su vez, una simple consecuencia del conjunto de
elementos que se dibujan desde las pinceladas del otro elemento por el cual he
venido hasta aquí el día de hoy: Nuestra Historia. Cómo romper esa tradición
discursiva, generadora de desigualdad y negadora de la diversidad es otra de
las tareas que desde el ámbito escolar tiene que gestarse para lograr un nuevo
sujeto formado a partir de nuevos referentes ciudadanos y republicanos.
Bien refería el Libertador Simón Bolívar que, “Nos
han dominado más por la ignorancia que por la fuerza”. Y esta
afirmación se afianza además por la aseveración popular de que; “las cosas por
sabidas se callan, y que por calladas, se olvidan”. Y por esta razón, es que
gran parte de nuestra memoria está consagrada –aunque parezca contradictorio-
al olvido.
El
reconocimiento de la Abya Yala como primer paso.
Previo a la
llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas, este espacio estaba habitado
por un conjunto de sociedades poseedoras de una diversidad de condiciones
culturales y sociales. Los indígenas Kunas llamaban a esta tierra como Abya
Yala cuyo significado, es tierra de vida, madre tierra. Esta manera de nominar
al espacio sobre el que se hace vida, implica a su vez, una concepción de vida
particular, que para ese entonces, el europeo desconocía por completo.
A este
respecto, podemos señalar que, la globalidad como realidad fáctica se produce
en 1492, antes de allí no se puede hablar de tal cosa. Sólo después de ese doce
de octubre es que el ser humano se encuentra con el “otro”, se establece a su
vez, una relación que engendra un rompimiento con la mismicidad que había
imperado en ese intrincado cultural que había sido Europa hasta finales del Medioevo.
La llegada del viejo mundo al nuevo va a producir una ruptura creadora en la
historia de la humanidad que no contó con la asimilación de ninguno de los
asaltados en la aventura colonial, y en este sentido, se debe destacar la
afectación en ambas orillas del atlántico, se descubre una diversidad
sorprendente que de inmediato se pretende extinguir por el temor a lo
desconocido. Con América se cierra el círculo de la imaginación y se consolida el
de la supuesta certeza.
De esta manera, se puede asegurar que la globalización es
el más depurado producto de la modernidad, puesto que por obra de ese
encuentro, de esa convivencia y de la cotidianidad que de ella se genera, se
depura la concepción de la unicidad restringida y acorralada, perseguida e
intolerada; todo en procura de la reducción del ser a lo novum*. Pero que desde el discurso del europeo,
irónicamente lo nuevo es lo que trae el viejo continente; mientras
que, lo
originario americano queda supeditado como salvaje, y por supuesto incompatible
con lo nuevo. Lo europeo en esta semántica no sólo
representa lo nuevo, si no, que implica a su vez, el progreso, el desarrollo,
la cultura y lo culto, el avance. Lo otro, lo contrario, y por opuesto, su
sentencia es desaparecer irremediablemente.
El asalto cultural que se desencadena el doce de octubre,
tendrá una repercusión tal, que transformará los estilos convivenciales en
ambas costas de ese mar ignotum (el atlántico) y más allá.
América se convertirá en el laboratorio cultural más amplio y más productivo
que jamás haya concebido la humanidad. Esa condición de alteridad expondrá sus
efectos tanto para quienes fungen de conquistadores como hacia aquellos que
padecen tal conquista.
La Abya Yala pierde su identidad primera. Sus lenguas,
sus dioses, sus costumbres, sus hombres y mujeres o son exterminados o
simplemente proscritos en su propio espacio. Destierro, que también asume de
manera “voluntaria” el europeo, que en busca de fortuna se abalanza sobre las
nuevas tierras. Esta espacialidad y todo cuanto en ella cohabita es bautizada
bajo el símbolo de la cruz y expía sus culpas en el fuego demoledor de la
pólvora. En este sacramento, adquiere no sólo nuevo nombre, es declarada por el
otro como un espacio vacío. Y esta vacuidad por ende, debe ser cubierta con lo
conocido, con lo sabido, con lo aceptado… por el otro.
En este sentido, la construcción de los discursos por
parte del europeo va dirigida a justificar la ocupación y resemantización del
territorio americano. Para comprender tal situación. Basta tan solo con observar
el bautismo que el propio Cristóbal Colón a través de una intrincada
construcción discursiva le otorga a este territorio y a sus gentes:
Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que
muy presto dicen todo lo que les decía. Y creo que ligeramente se harían
cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro
Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestra Alteza para que
aprendan a hablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos en esta
Isla.» Todas son palabras del Almirante.[5]
“…para que
aprendan a hablar” porque aquellos extraños gruñidos no pueden ser concebidos
por el europeo de ese entonces como posibilidad de lengua alguna, de la misma
manera, señala que le “…pareció que ninguna secta tenían” porque su cosmogonía
y su cosmovisión tampoco pueden ser consideradas como tales ya que sólo existe
para ese entonces la posibilidad para el cristianismo católico, apostólico y
romano.
Todos nuestros
textos de historia inician con el grito de tierra, tierra, tierra. Ni uno solo
de ellos desde una perspectiva del continuo humano. Es por ello, que el
discurso educativo ha servido de base de sustentación al desconocimiento de lo
americano originario y al no reconocimiento de su historia como parte de un
continuo humano se sumerge en los confines del tiempo… hace miles de años con
las primeras migraciones malayo-polinesias o mongoles-siberianas.
Es por ello, que
si se desea seriamente emprender una acción educativa consustanciada con los
nuevos tiempos, se debe romper con la tradición historiográfica de que el 12 de
octubre sea concebido como cero histórico de nuestro continente y por ende, génesis
de nuestro devenir cultural, matriz de la semántica que configuran nuestros
referentes.
En la II
Cumbre Continental de Pueblos y nacionalidades indígenas de Abya Yala llevada a
efecto en la ciudad de Quito, capital de Ecuador en julio de 2004; los allí
congregados declaran entre otras cosas lo siguiente:
“Somos pueblos originarios de Abya Yala. Los valles y las
pampas, las selvas y desiertos, los cerros y los nevados, los mares y los ríos,
el águila y el cóndor, el quetzal y el colibrí, el puma y el jaguar han sido
testigos de nuestros sistemas sociopolíticos colectivos basados en la
sustentabilidad humana y ambiental (…) Fuimos despojados de nuestros
territorios originarios por los colonizadores y empujados a lugares inhóspitos
(…)[6].
Generalmente cuando se estudian las
poblaciones indígenas (sobre todo en Venezuela) se suele señalar que las mismas
se encuentran en áreas de difícil acceso, y dicha realidad es concebida como
condición natural de estos pueblos y no como consecuencia del proceso
colonizador. De igual forma, a pesar de que algunas de los marcos jurídicos
vigentes en nuestros países hablan de lo pluricultural, la multiculturalidad y
otros términos afines, poco o nada se observa en la práctica educativa en las
diferentes aulas de clases.
Reconocer la Abya Yala implica por ende, reconocer
a su vez todo un modelo societario que aún persiste con un entramado cultural,
idiosincrático, cosmogónico y de respeto a la naturaleza que dista mucho de
nuestra manera de actuar y pensar. Es comprendernos desde la diversidad. Es
estudiarnos sin rupturas ni saltos históricos. Es rechazar la homogeneidad.
Por último, no queda otra, que invitarlos a
la hermosa labor de explorar ese primer capítulo de nuestra historia. Capítulo,
que tal y como ha sido concebido hasta ahora, posee demasiadas distorsiones y que
tantas cargas de culpas y complejos nos ha acarreado.
[1] Ponencia presentada en
la Universidad Simón Rodríguez, Núcleo Valera. 20 de mayo de 2013
[2] Profesor de Historia
del NURR - ULA
[3] La proyección Mercator,
usada en los textos de historia y geografía se evidencia con profundas distorsiones,
haciendo ver al norte de mayor tamaño que el Sur. Y además, se percibe a Europa
como el centro del planeta.
[4]
Buen ejemplo de ello, es la propuesta del sistema de proyección planteado por Arno Peters en el que se exhibe un disposición
más exacta y honesta a la vez de los diferentes países del planeta. Sin embargo,
la misma aún no ha sido tomada en consideración para su estudio en nuestras
aulas de clase.
* Afirmación presentada
por Compagnon en su texto: Las cinco paradojas de la modernidad (1993)
partiendo de Vattimo.
[5] Fuente: Colón, Cristóbal. Diario de a bordo. En
“Crónicas de América”. Tomo 9. Edición de Luis Arranz. Madrid: Historia 16,
1985.
[6] Tomado de: Barreto (2009).
Los textos de historia y el culto al colonialismo. El perro y la rana. Caracas,
Venezuela.