sábado, 23 de agosto de 2014

Historia y Arte en el Bicentenario de la Campaña Admirable[1]

Yherdyn J. Peña Delgado[2]
            Profundamente complacido al encontrarme en esta jornada con cada uno de ustedes. Quienes nos ocupamos de la historia, somos una especie de detectives que andan recabando huellas y pistas sobre el pasado. La creación del historiador o del cronista, constituye sobre todo una arte de articular un sinnúmero de piezas que se amoldan en torno a un discurso organizado y sistematizado de manera armoniosa por quien ha investigado.
            Entretanto, la labor de un artista es la mágica creación desde las infinidades etéreas. Es arrancar imágenes del mundo de los ensueños y traerlos y hacerlos presentes ante todos en esta complicada realidad. Que maravilloso oficio el del artista. Ustedes cuentan con la libertad que la objetividad del historiador resquebraja a cada palmo.
            Este bicentenario de la campaña admirable, es una bonita ocasión para establecer una danza con perfecta sincronía entre el arte y la historia. Ustedes, amigos artistas, son los convocados a la formación de íconos y símbolos, que no solo servirán para el simple disfrute del espíritu, si no, que además de tan noble función, se constituya en herramienta pedagógica y de seducción para que las nuevas generaciones se identifiquen con lo más glorioso de nuestro pasado.
            Rememorar la historia siempre ha sido un arduo trabajo, y más aún cuando un par de centenarios han transcurrido desde el momento en los que el hecho que queremos evocar y nuestro tiempo. Es necesario recordar que la memoria de los hombres y de los pueblos se configura generalmente en torno al olvido. Es por esta razón, que en la mayoría de las ocasiones nuestras construcciones historiográficas parecieran una colcha hecha a partir de simples retazos (de esas que tanto acostumbraban hacer nuestras abuelas).
            Otra tradición que pareciera permanente, es esa conducta maniqueista es decir, catalogar como malo o bueno a personajes y sucesos acaecidos en otros tiempos y con cuadros de valores morales y éticos tan diferentes a los que se poseen en los momentos actuales. La campaña admirable y sus actores no escapan de esa realidad. Personajes que han sido endiosados y satanizados por igual. Sucesos y lugares que han sido sobredimensionados o que simplemente pasaron al más absoluto de los olvidos.
            Ese recuento de episodios deformados, mal interpretados o mal utilizados debe dar paso a una condición más plena del re – conocimiento de la historia. Una historia, que para nosotros los trujillanos pasa por la construcción de la microhistoria – la de esos espacios que recorremos en el día a día, de los lugares en los que se forma nuestra cotidianidad- para de esa manera poder comprender más plenamente nuestra historia patria, de esa Venezuela, forjada a pulso por hombres y mujeres a lo largo de los años.
            Es por esa razón, que resulta tan imprescindible la participación de cada uno de ustedes y de los valiosos aportes que pueden ofrecer desde su amplia creatividad para satisfacer tan anhelados fines. Es comprensible ver la dificultad de dirigir ese impulso creativo que en sus manos, en sus mentes y de seguro en sus corazones se encuentra palpitante, hacia una temática específica. Pero los invito asumir el reto y la invitación que hoy la Coordinación Trujillana de Cultura les está presentando.
            Ahora, entrando en materia. Es decir, haciendo referencia propiamente a la campaña admirable, se deben distinguir varios elementos que pudieran servir de referentes semánticos, compréndase, que nos otorguen una estética que desde el discurso histórico, pudiera ser plasmado en una obra artística. Y que a su vez, sirva de vehículo transmisor de un mensaje sobre el suceso histórico que pueda ser internalizado por todos.
            El primero de estos elementos, se refiere a la propia adjetivación de esta acción política – militar. Se le reconoce como admirable por dos razones circunstanciales y que debemos tener muy en cuenta al hacer referencia a tan notable hito histórico de nuestra nación. Ellos son: la rapidez con que coronó el éxito de la campaña; y en segundo lugar, las tremendas adversidades que los hombres y mujeres que participaron en esta lucha debieron afrontar y vencer para lograr los objetivos trazados.
            Podrían ustedes preguntarse, qué quiero decir con esto. Es muy sencillo: esta campaña admirable se llevó a efecto entre mayo y agosto de 1813. En menos de tres meses, un ejército que se inicia apenas con 800 hombres recorre de combate en combate medio país venciendo un ejército que lo superaba en número y contaba con mejores recursos para la guerra.
            Además de ello, es de recordar que casi la mitad del recorrido de esta campaña se lleva a efecto en zonas heladas. Aún hoy el paso por la cordillera andina representa un reto para los viajeros que circulan por esta zona – desde la comodidad de confortables vehículos en una muy reducida fracción del tiempo que los héroes de la independencia utilizaron para atravesar esta área – ahora, imaginen las dificultades que significó el trasladar a cientos de hombres, bestias y cañones a lo largo de frías montañas y atravesando un sinnúmero de inconvenientes.
            Hombres medio desnudos, atacados por el inclemente frío, probablemente por el hambre y la añoranza propia de dejar atrás sus hogares y a sus seres queridos. Es una estampa que de manera inmediata recorre mi mente al pensar y hablar de la campaña admirable. La trémula decisión de enfrentarse a su destino en un campo de batalla. Los farallones de las cumbres andinas como testigos imperturbables de aquella dimensión tan humana y tan divina a la vez.
            Ese peregrinar de hombres… bravíos guerreros en pos de la conquista de la tierra que heredarán – o esperan que hereden – su hijos. Aquellos cientos de hombres que partieron de Colombia y que en medio del trajinar se van convirtiendo en miles. Los hombres de los pueblos quienes perciben a sus libertadores y los siguen, luchan codo a codo con aquellos.
            La Guerra de la Independencia sumió a Venezuela y a toda su población en una profunda pobreza. Sin embargo, eso no fue suficiente para que el hombre y la mujer trujillanos de esa época compartieran el poco pan con el que contaba con el fatigado y hambriento soldado que desandaba por esos inclementes caminos. Hombres y mujeres aprestando sus brazos para contribuir con la causa de la libertad.
            Otra estampa que envuelve a la imaginación está enmarcada en la decidida participación de numerosos sacerdotes a favor de la independencia: en sentido, procesiones, colectas y donaciones, repiques de campanas y encendidos sermones a favor de la independencia constituyeron parte de los aportes de estos hombres de levita, quienes desconociendo la decisión de las grandes jerarquías eclesiásticas se sumaron a quienes se había sublevado contra la oprobiosa dominación del imperio español sobre nuestras tierras.
            Otro hecho que suele pasar por desapercibido, en esta magna gesta de la guerra de la independencia, es precisamente la multiculturalidad de este importante evento. Si bien es cierto; que la independencia surge como necesidad y descontento de la clase acomodada, de manera paulatina se incorporan los más diverso sectores de la vida social venezolana. En el caso particular trujillano, es de destacar la valiosa y valerosa participación de grupos aborígenes en el bando de los patriotas. Ya como guías, ya como corajudos guerreros. Niquitao es claro ejemplo de ello.
            De igual manera, las cimarroneras se suman de a poco también al ejército libertador. Una nación entera se aglutina en torno a una necesidad y a un sueño. Ellos también lucharán, guiados por los ideales de la igualdad. La lucha en este contexto debe ser plasmado con la pluralidad de colores y culturas que en ella participaron.
            No menos importante resultan los espacios de relevante trascendencia para ese imaginario colectivo que representa nuestra identidad histórica. Y en este momento me refiero no a los campos de batalla, son espacios de menor impacto bélico: me refiero a la vieja casona de Carmania donde es recibido Bolívar por el padre Rosario, la vieja catedral de Trujillo, desde donde suenan sus campanas para recibir al libertador. La plaza mayor de Trujillo, que se me ocurre con ambiente festivo, algarabía… recordemos que los libertadores entran a Trujillo, y no necesitan hacer ni un disparo. De igual manera, la casa del Centro de Historia donde Bolívar firma la lapidaria Proclama de Guerra a Muerte…
            Y a propósito de esta guerra a muerte; también son muchas las imágenes que desde ella se desprenden. Si bien es cierto, que Bolívar firma y hace efectiva tal proclama, ya Antonio Nicolás Briceño – trujillano de Mendoza Fría para más señas – la venía aplicando en su lucha guerrillera en la zona barinesa como respuesta a la despreciable actuación del ejército español después de la capitulación de Miranda el año de 1812.
            Son cientos los fusilamientos, los degollamientos, los descuartizamientos, las casas y las siembras incendiadas… es mucho el horror que le toca padecer al pueblo venezolano y al pueblo trujillano. Porque es desde Trujillo, desde donde se hace oficial la crueldad de una guerra que de por sí ya era bastante cruel. Que sentimientos embargaron a unos y a otros frente a esta terrible realidad. Cuánto peso cargó sobre sus hombros el Propio Simón Bolívar después de asumir tan drástica pero necesaria decisión.
            Este será – y ha sido – uno de los signos más destacados: la guerra propiamente. 200 años después hay nombres que resuenan por las implicaciones de los sucesos que en ellos se gestaron. Niquitao es probablemente el más estruendoso de ellos… pero hay otros que denotan la importancia geopolítica de la región. Agua de Obispo, Ponemesa, Los Horcones, serán de esos lugares que pasan a la historia en el fragor del combate armado.
            Jinetes, soldados a pie, cañones… el humo de la pólvora en cada recoveco de esos campos de batalla. Sangrientos combates, pero necesarios… podríamos decir, imprescindibles. Las dentelladas del imperio se habían puesto sobre la garganta de este territorio y no lo dejarían de lado sin un duro combate. Sin éstos… no fuéramos más que un simple pueblo oprimido. Deviene la sangre en abono con el cual se hace fértil el suelo para que germine la libertad. Es la acción definitiva de quienes se decidieron romper las cadenas que nos oprimían por tres siglos.
            Y a propósito de quienes se atrevieron, hay quienes merecen renombre entre tantos y tantos. Por supuesto, por encima de todos ellos, el Brigadier Simón Bolívar, el Libertador. Pero esta tierra de igual manera, parió hombres destinados a forjar el destino de la patria. Exaltemos la figura del Tribuno Cristóbal Mendoza, primer presidente de Venezuela y quien fuere el otorgante de tan distinguido título a Bolívar. Antonio Nicolás Briceño “El Diablo” hombre de ideas y de combate, quien muere fusilados por los españoles precisamente ese 15 de junio de 1813 cuando en Trujillo se proclama la guerra a muerte.
            Como señaláramos en párrafos anteriores, el Padre Rosario quien funge como actor de primer orden en esta etapa de la historia republicana. Y muchos otros, que sin tener como patria chica a nuestro “Trujillo de María Santísima” de igual manera cincelaron nuestra historia de estas latitudes. José Félix Ribas, Girardot, Rafael Urdaneta y el fiero Campo Elías.
            Para no agotarlos en exceso, solo los invito a la gran fiesta creativa. Que juntos, investigadores, docentes y artistas; podamos hacer de la celebración del Bicentenario de la Campaña Admirable algo más que una festividad, que después de celebrada de a poco se olvida. Construyamos nuevos discursos, y sobre todo, nuevas estéticas que contribuyan con la formación de la conciencia de nuestros jóvenes y de la población en general.
            Nos correspondió ser la generación del bicentenario; es algo que no podemos evadir. No pedimos tamaño compromiso, pero tampoco rehuiremos a él. Soy un convencido que el discurso histórico tiene en ustedes los artistas y creadores unos importantísimos aliados.



[1] Presentado a cultores populares en el Foro Bolivariano de Valera el 09 de mayo de 2013
[2] Docente de Historia ULA - NURR