viernes, 13 de diciembre de 2013

REMEMORANDO A CHIMIRO[1]

Yherdyn J Peña

            Mi encuentro con el  barrio El Paramito se lleva a cabo un mes de enero del año 85. Era un chamito venido de una comunidad rural, que había cursado sus primeros grados de estudio debajo de una mata de mango en el solar de una casa vecina. El impacto fue inmediato: entre otras cosas el cambio de las formas a las cuales estaba habituado. La escuela y la cancha fueron de las primeras cosas que atrajeron mi atención. Para ser honesto; no tenía idea de lo que era ni para que servía esta cancha. Y lo de la escuela: se deben de imaginar el impacto, de una mata de mango a una edificación que contaba con tres pisos. Esa especie de mata de mango no la había conocido.
            El cementerio tan próximo y tan inmenso será otro referente importante en esa memoria que insisto en traer hoy y compartir con ustedes. Pero entre todas las cosas nuevas que aprendí a descubrir y apreciar la más importante de ellas emergió de un espacio reducido y humilde. Uno de esos primeros domingos de ese año 85 unos señores se aproximaron al cuartico de esta cancha y montaron unos aparatos, y empezó a sonar la música de un solo pueblo, de carota, ñema y tajá… de Alí Primera.
            También se oía la voz del “señor chipi” invitando a la comunidad a una actividad. Y al poco tiempo; comenzó a aparecer la gente… mujeres, hombres, jóvenes y ancianos; pero sobre todo, niños. Aquello parecía mágico, era algo verdaderamente encantador. Regocijante, ver aquella muchachada corriendo y anhelante en esta cancha de tantos recuerdos.
            Esa misma tarde conocí el teatro. Una pasión que aún atesoro profundamente y que por obligaciones la he tenido que posponer tantas veces. Vi las danzas, los títeres, los juegos recreativos… descubrí que habían dos chipis y que el señor que hablaba en las mañanas en la radio formaba parte de esa maravilla. También vi como los muchachos de la bodega de enfrente también estaban allí.
            Recuerdo a Ramón David vestido de policía… me reí porque pensé que si salían corriendo no iba a poder atrapar a nadie. El amor de mi madre y esa magia con la que descubrí a Chimiro, tal vez sean de los recuerdos más valiosos que tengo de mi infancia. Crecí admirando y amando esta iniciativa. Desde entonces fue un sueño ser parte de esa realidad. Sueño que se cumple cuando tenía quince años. Colaborando por cierto en las actividades del XVI aniversario que después de mucho compartir con Alba, Betti Suárez, Irma, Kati, Araceli, El Peluche… me propusieron que formara parte de esto. Que felicidad fue aquello.
            Es cierto que el Chimiro ha tenido sus altibajos, pero siempre ha sido referente para varias generaciones de hombres y mujeres, de niños y niñas nacidos y crecidos en esta hermosísima comunidad. El Chimiro ha sido y espero que siga siendo una escuela de valores. Donde se han formado amistades inquebrantables. Este encontrarnos de nuevo aquí no es sólo la celebración de un aniversario más. Debe ser un compromiso de quienes hemos sido parte de la maravillosa familia Chimiro; y no hablo sólo de quienes hemos sido sus integrantes, o los cientos de niños y niñas que fueron parte de los grupos de danza y teatro, de multihogares y de otros tantos programas que se impulsaron desde aquí.
            Me refiero a todos y todas aquellas que nos han acompañado en las quema de Judas, en los pesebre vivientes, en la buscas de niño, en la elaboración de sancochos, en labores “extracurriculares” en el pintado y mantenimiento de la cancha “Alcides Segovia”, en la lectura del Periodiquito, en los campeonatos deportivos… infinidad de actividades que en 37 años se han ejecutado.
            El Chimiro es un patrimonio no solo del Barrio el Paramito… es sin lugar a dudas un patrimonio de la ciudad de Trujillo. Esforcémonos todos para que las generaciones por venir tengan el faro de luz que permitió que mucho de nosotros siguiéramos adelante. Entreguémosle a los chamos de hoy la oportunidad de un referente distinto a la violencia y al desinterés. Por ellos y por nosotros digamos y repitamos que VIVA EL CHIMIRO Y QUE VIVA EL PARAMITO.

MUCHAS GRACIAS 




[1] Discurso en el XXXVII aniversario del Grupo cultural y deportivo “Chimiro” en la cancha del Paramito, el 20 de abril de 2013.

jueves, 14 de noviembre de 2013

ESCUELA – COMUNIDAD: EL PRODUCTO DE UN DESENCUENTRO
Yherdyn Peña

            Las comunidades primitivas en su conjunto poseían vínculos íntimamente estrechos entre los miembros que la integraban, en primera instancia por la propia simplicidad de su existencia, por tal razón, producto de tal condición y ante el reto de sobrevivir como especie y como grupo humano particular; desarrollaron sistemas de producción colectivos que permitían generar los recursos necesarios para su subsistencia sin originar relaciones de explotación de unos sobre los otros. Por ello, estas comunidades primitivas llevaron a efecto un sistema de educación en el que los niños de ese colectivo, eran educados por el colectivo mismo, la educación en este sentido era responsabilidad de todos los que integraban la comunidad. De esta manera, valores, costumbres, tradiciones, formas y métodos de producción eran traspasados de generación en generación de manera colectiva.
            Al establecerse nuevos niveles de desarrollo, surgieron ciertas innovaciones que afectaron la realidad educativa que había prevalecido en esos primeros tiempos, de esta manera, surgieron en primera instancia la propiedad privada, con lo que se estableció de igual manera la explotación del hombre por el hombre y por último la creación y consolidación del estado. A este momento de la historia los colectivos dejaron la responsabilidad de educar a las nuevas generaciones y establecieron un “contrato social” para que las autoridades del nuevo estado formen al hombre que dicho estado amerita, por este motivo, el individuo se convierte de manera paulatina en un producto en serie que engranará en el sistema productivo imperante.
            La crisis de valores que atravesamos en la actualidad es producto de la realidad antes descrita y que marca pauta en nuestra sociedad moderna (algunos dirán que posmoderna), la desarticulación familiar, la ausencia de figuras de autoridad, cánones éticos - morales incomprensibles, situaciones éstas que degeneran en un clima de violencia social generalizado (que no se reduce tan sólo a la violencia expresada en actos delictivos) que afecta a todos los individuos por igual. El imperio del darwinismo social como medida del éxito, no nos permite asumir dicha realidad como un problema de índole colectivo y mucho menos generar soluciones consensuadas. Es interesante pensar que la iniciativa de consolidar el poder de tomar decisiones para solucionar los problemas por parte de los consejos comunales podría transformar esta realidad. Pero al observar las ejecutorías de los mismos, dejan mucho que desear; la mayoría de sus acciones van dirigidas al desarrollo de infraestructuras y ni un ápice de preocupación demuestran por la crisis que atraviesa nuestro sistema educativo, nuestros niños y adolescentes y por ende nuestra sociedad.

            Ese divorcio de la comunidad con la realidad escolar, debe desaparecer, basta con asumir a las instituciones educativas como meros depósitos de muchachos, en las que los padres y/o representantes nada tienen que ver y mucho menos que aportar. Resulta indispensable el desarrollo de estrategias que le permitan a la comunidad incorporarse en primera instancia a la selección de los docentes, así como a la construcción de currículos con pertinencia en lo regional y lo local. La propuesta radica en revertir esa postura del ciudadano autoexcluido del hecho educativo por uno integrado y con una participación verdaderamente protagónica, dejando de lado la nociva tarea de estar buscando responsables del malestar que atraviesa nuestra sociedad sin asumir la responsabilidad propia. Es dejar de lado aquella postura de que si los niños son “buenos” es porque tienen buenos padres, pero si al contrario muestran malas conductas es debido a que posee malos profesores. Apostemos por el éxito pero participemos todos en el logro del mismo.
Las Venas Abierta de América Latina
(Una lectura para la Educación Media)
 Yherdyn Peña


            Introducirse en la lectura detallada de las páginas de este ensayo hilvanado de manera magistral por el escritor uruguayo Eduardo Galeano, es recorrer de manera inmediata y obligada un pasado que nos atrapa y que de manera permanente se nos presenta en la actualidad y nos marca de maneras muy variadas a cada uno de los que vivimos en estas latitudes y en este pedazo de tierra que actualmente llamamos América.
            Las venas abiertas de América Latina nos pone en contacto no sólo con nuestro pasado inmediato, si no que muy al contrario nos remonta en el tiempo al momento en que apenas se estaba consolidando la unidad de la llamada “madre patria” España, reconocer su pasado e identificar a los actores que intervinieron y los procesos que se vivieron para que España fuera lo que fue al momento de que los primeros exploradores encabezados por el navegante genovés Cristóbal Colón llegaran a las costas de lo que más tarde se llamaría América e influyeran de la manera en que influyeron sobre nuestro devenir histórico.
            Lo primero que destaca el autor es lo referido a que el continente americano nació desde el desconocimiento del otro que lo abordaba, es así que América en esos últimos años del siglo XV e inicios del XVI fue nominada como la India, puesto que Colón había pensado que había llegado a estas tierras del lejano oriente. El almirante murió con la idea de que había llegado a tal lugar, y por ello bautizó también a sus pobladores como indios. De esta manera podemos hacer mención que la historia de nuestro continente se inicia negando – o al menos desconociendo – lo que verdaderamente eran los primeros pobladores del llamado Nuevo Mundo.


            De igual manera, en este texto, el autor nos menciona esa realidad híbrida que ya poseía el conquistador español al momento en que pretende apropiarse de las nuevas tierras halladas al otro extremo del mar desconocido, él también había sido conquistado, ocupado y por supuesto, culturalmente influenciado. Las continuas ocupaciones del territorio ibérico por parte de los celtas, romanos y más tarde los musulmanes harían de España un territorio de profundas contradicciones que serán trasladadas a América una vez que sus habitantes se aventuren a la conquista y colonización de este territorio.
            También es de destacar, que el autor de igual manera reconoce la presencia de los llamados vikingos en este lado del mundo y a su vez deja entrever la importancia que tiene la elaboración de un registro, en pocas palabras destaca la importancia de lo escrito y por ende de la palabra. Tanto es así que denota que Cristóbal Colón lleva entre sus vericuetos de viaje uno de los más importantes textos de finales de la edad media e inicios del renacimiento como fue el libro de los maravillosos viajes de Marco Polo, al que utilizará como referente en su viaje. De esta manera Colón pretenderá encontrar las áreas descritas por Marco Polo en Tierras Americanas, es por ello, que pretende entre otras cosas ubicar la Isla de Cipango, a la que se describía de manera muy detallada en el texto de Marco Polo.
            Pero esta pretensión por parte del explorador genovés no se produce por la inocencia que en ocasiones se le pretende otorgar a Colón, si no que de esta manera, éste se aseguraba un mayor apoyo para futuras expediciones puesto que se sabía que esta era la tierra de las especies y de la seda, artículos de sumo valor para las principales monarquías de la época, y además era harto conocido que en esta región abundaba el oro y otros metales preciosos. A partir de esta aseveración, el autor, remarca el profundo interés económico existente en ese proceso de ocupación de las tierras que hasta ese entonces aún no habían sido ocupadas.
            Desde mil cuatrocientos noventa y dos y por más de trescientos años, la codicia del europeo se volcara de manera ávida sobre América y clavará sus colmillos para desangrar a esta tierra y a sus gentes para lograr expoliar de todos los recursos que se producían en el nuevo continente, costumbre que nos quedó como una terrible maldición y que parece no dejarnos después de haber transcurrido más de quinientos años de ese trascendental suceso.
            De la misma manera nos expone, que en el proceso de la conquista de América fueron múltiples los actores que intervinieron de manera muy marcada en ese drama, algunos como claros protagonistas, otros en cambio sólo formaron parte del coro anónimo de la historia cuyos nombre se pierden en el olvido, y son borrados por supuesto por la desmemoria. En este orden de ideas, vamos a encontrar entre otros:
·         A la monarquía Española en primera instancia y más tarde a otras monarquías europeas que a fin de cuentas serán las principales beneficiadas de los despojos que realizan los españoles en sus colonias de ultramar – estas coronas serán primordialmente la inglesa, la francesa y la holandesa – y que iban a parar en las arcas de los banqueros originarios de otras naciones.
·         Los Exploradores, cuya principal figura está encarnada en el propio Cristóbal Colón pero, donde figurarán personajes de la talla de Hernán Cortez, Pisarro, Almagro, Cabeza de Baca, entre otros, quienes representaban el sentido de aventura y de cierto romanticismo del europeo del renacimiento, que en pos de la gloria y la fortuna, lo dejaban todo y arriesgaban sus propias vidas.
·         La iglesia católica, cuya figura preponderante por supuesto será el Papa, quien tomará la conquista de América como una feroz lucha contra el propio demonio, la conquista y el genocidio consecuencia de la misma, recibirá la bendición de la iglesia católica, que buscaba entre otras cosas ganar almas hacia el cristianismo, pero para ello, debían primero que nada, acabar con la multiplicidad de dioses que señoreaban este lado del mundo. Es por esta razón, que al aborigen americano se le impuso la lengua española y la religión católica.
·         Por último en este drama, como veníamos diciendo aparecen los cientos de miles de aborígenes que murieron o que fueron sometidos a trabajos forzados o fueron obligados a aislarse en los lugares más recónditos para poder sobrevivir. También aparecen por cientos de miles, los negros traídos del África y que tuvieron como suerte ser sometidos a la esclavitud o morir en el mar recorriendo el trayecto entre  África y América, después de haber sido casados como animales.

Mucho se ha hablado sobre la verdadera significación y el sentido más apegado a los hechos acaecidos a partir del doce de octubre de 1492, al principio se le llamó descubrimiento, en el estricto sentido de que el europeo había descubierto América y a sus pobladores, pero es bueno destacar que también el aborigen americano descubrió a unos hombres y unos modelos de vida que le eran totalmente desconocidos e incomprensibles. Que el autor lo refiere cuando expresa que: “El emperador Moctezuma recibió, en su palacio, las primeras noticias: un cerro grande andaba moviéndose por el mar…” con lo que se denota un claro desconocimiento por parte del aborigen de los avances con los cuales llegaba el español a las tierras americanas, la primera conquista partió desde la ingenuidad del indígena, que al principio recibe al invasor, como si se tratase de un Dios.
El avasallante despliegue tecnológico del europeo sobre el primitivo conocimiento del indígena le otorga una ventaja muy considerable para lograr el sometimiento del otro, también se valieron de alianzas de factores y actores que se encontraban en pugna a lo interno del mundo indígena al momento en que se produce el también llamado encuentro de estos dos mundos.
Toda la muerte, todo el saqueo, todo el sufrimiento infringido contra el continente americano tenía como fin último obtener a toda costa las riquezas que se hallarán – y que para ese entonces era el oro y la plata fundamentalmente – bien poco les importaba la altura cultural que poseían los pueblos de América como los Aztecas y los Incas, los exterminios se hacían por el solo hecho de obtener el oro, pero el aborigen al percatarse de tal situación, inventa sus propias leyendas, entre ellas la de El Dorado, que buscaba como fin último alejar a tierras inhóspitas a quienes tanto ansiaban el oro, los conquistadores eran enviados a lugares de donde seguro no regresarían con vida, también creó sus leyendas para explicar algunos fenómenos naturales que se desarrollaban en su entorno. Eso sería más tarde uno de los hilos conductores para la construcción de nuestra cultura.
De igual manera ocurría con la plata, en el Virreinato del Perú los españoles se encontraron con el Potosí que era nada más y nada menos que una montaña de plata, la cual fue desvastada en menos de cincuenta años, utilizando a través de la fuerza la mano de obra indígena, sometiendo a la población autóctona a los más duros trabajos forzados, haciéndolos vivir y morir dentro de la montaña tan solo para extraer tan preciado metal. Pero, las riquezas producidas por América Latina, de nada le sirvieron ni América ni a España, puesto que otros serían los que sacarían el verdadero provecho de las grandes riquezas extraídas de las entrañas de la tierra americana. Quedándonos tan solo una pobreza para la mayoría de los habitantes que pareciera ser eterna.

Eduardo Galeano
Autor del libro: Las venas abiertas de América Latina







CÓDIGO: 1492*

YHERDYN PEÑA

            Los quinientos y tantos años que nos separan de la llegada de la corona católica española a la isla de Guanahaní nos teje un velo que nubla la visión de lo que de manera concreta se sucedió en estas latitudes a partir de tan crucial hecho. La primera aseveración que puedo traer a colación en estas líneas, es que existen tantas verdades como ventanas permitan las miradas. El conflicto se desprende precisamente de esta realidad, puesto que, cada una de las apreciaciones que esgrimen se intenta en la mayoría de los casos ser asumida como verdad verdadera, absoluta e inclusive, como dogma. Y desde estas posturas no se pretende ni se puede desarrollar un discurso conciliador que integre de manera objetiva los extremos profundamente antagónicos e irreconciliables.
            El año de 1492 tiene una profunda carga que pareciera implícitamente, estar señalado por “fuerzas misteriosas” para marcar un hito en la historia de la humanidad, recordemos, que en ese año, tan solo en el ámbito de la corona española, se consolida la unificación de España a través de la unión de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla y la toma de Granada, el último reducto moro en la península ibérica, pero además de ello fue el año de la expulsión de los judíos de tierras hispanas y el fortalecimiento de la santa inquisición apadrinada – o amadrinada – por la propia Isabel, este ciclo culmina con la carambola de Colón llegando a un nuevo continente – sin que este por supuesto se enterare -. El mar ignotum era de esta manera también conquistado, nuevo mar, nuevo cielo, nueva tierra, nuevos hombres eran abordados por la cultura europea con todos sus esplendores y miserias.
              Es sumamente complejo abordar el 12 de octubre de 1492, cuando estamos intensamente cargados de prejuicios sobre los acontecimientos que se desbordaron a partir de esta fecha. Siempre andamos mirando desde la acera de enfrente a los otros como extraños, pero más grave aún es cuando nos miramos como ajenos a nosotros mismos, resulta indiscutible que a fin de cuentas la historia que sobre América se ha escrito a lo largo de los años es producto de las afirmaciones y consideraciones que el europeo ha realizado sobre los procesos y la cultura que se desarrollaron intramuros en este nuevo continente. Pero, es bueno preguntarnos: ¿existía otra manera de hacerlo? Recordemos que a pesar que algunos de los grupos  indígenas de estas latitudes poseían niveles culturales bastantes “avanzados” – sobre todo los llamados imperios de Mesoamérica y Suramérica, Mayas, Aztecas, Chibchas e Incas – ninguno poseía un sistema escritural equiparable al español, recordemos que Nebrija ya al momento de la llegada del español a América había desarrollado la gramática de esa importante lengua – la española – que definiría en los siglos subsiguientes la lengua de cientos de millones de latinoamericanos. Por tal razón, es más que justificable la relación historiográfica que del proceso de conquista y colonización nos llegan a nuestros días.
            Es por ello, que la mirada que tenemos en buena parte, es producto de la mirada que se desprende del observador español, que registra sus observaciones desde la crónica o a través del trabajo epistolario y misionero. Pero esa mirada que se abalanza sobre nuestro devenir es también influencia de toda una carga de valores propios del catolicismo más rígido de la Europa de finales del medioevo. En más de una ocasión en la medida que hallamos descripciones sobre la brutalidad con la que eran tratados hombres, mujeres y niños tantos originarios de América como de África, nos exaltamos y requerimos respuestas sobre qué derecho tenían estos hombres y estos imperios para actuar de esa manera en unas tierras que no le pertenecían, y con desilusión hallo la respuesta: todo. Jurídica y moralmente – por supuesto que es necesario destacar que el cuadro de valores, moral y ética del ser humano no es estático, ni mucho menos perenne – le daban la potestad al hombre europeo de apropiarse de este “nuevo mundo”.
            Por tal razón, es la concepción por parte del europeo del continente vacuo, del indígena considerado como salvaje, del derecho divino de los reyes de administrar y señorear sobre la tierra y los hombres en nombre de Dios. La jurisprudencia europea, le otorgaba a ellos todo el derecho para apropiarse de este lado del mundo, pero cabe destacar, que en este proceso se valió de una concepción excluyente, al otro se le ignoró puesto que simplemente no eran humanos, y si en algún momento fueron considerados como tal, eran de segunda categoría, de un nivel desde todo punto de vista inferior. Los indígenas poseían otras maneras de convivencia, otra cosmogonía, otra cosmovisión, y que en la mayoría de los casos se sustentaba en una relación en gran medida armoniosa con su entorno, el europeo no podía comprender esta realidad, eso era cosa de salvajes, eran males del atraso y debían ser extirpados por la civilización.
            La confrontación civilización – barbarie fue el plano esencial sobre el cual se desarrolló el proceso de la conquista. Dos modelos societarios se descubrieron mutuamente, uno avasallante, por su fuerza militar, por su densidad cultural, por su aparataje tecnológico, el otro por su propio modelo de ver al otro se vio obligado a brindar una triste resistencia, que se caracterizó en el aislamiento o la aniquilación.
            El 12 de octubre es el intento de implantación del modelo social, político, económico y cultural europeo en latitudes geográficas diferentes a las propias europeas. Esto desencadenó en un nuevo género humano – sobre todo en América latina - y el desarrollo de estos modelos desde una perspectiva periférica. Europa engendra un modelo que nace con particulares características y necesidades. Pero a la vez, Europa no sale de este proceso indemne, ella también toma su parte, el europeo que llega América ya no es el mismo europeo, él también sufre una metamorfosis, 1492 sirve de preámbulo a la globalidad, es a partir de esta fecha que se asume con cierta conciencia la esfericidad de la tierra, pero también surge la imperiosa versión de la unicidad de pensamiento.



* Comentarios expuestos en el Foro: “Múltiples visiones sobre el 12 de Octubre de 1492 El día 16 de octubre de 2008.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

INDEPENDENCIA:
Discurso y poder.
Yherdyn Peña*

            El siglo XXI se caracteriza por la simultaneidad, la inmediatez, la velocidad y la intrascendencia de las continuas tendencias modales que cada vez resultan más efímeras. La desvalorización del sujeto es otra de las realidades latentes en nuestro contexto actual, y por ello, su comprensión pierde interés y relevancia. De igual manera, se desvalora el conocimiento del pasado producto de la asimilación de una existencia finita que se ve reducida al instante; todo aquello que no es ahora, no posee notabilidad; el instante se convierte de esta manera, en el único tiempo en el que se puede conjugar al individuo.               
José Antonio Páez
            Y en medio de esta tormenta, nuestras escuelas y universidades no han logrado asimilar aún esta situación, puesto que éstas marchan a una infinitésima velocidad con respecto a la que imprimen los cambios que se suscitan en la sociedad; quedan rezagadas y buscando explicaciones desde cuadros de valores obsoletos y a través de instrumentos que pierden su validez en la medida que resultan poco menos que aplicables a estas nuevas realidades.
            De la misma manera, es necesario señalar, que la violencia como instrumento fáctico de los poderes que se disputan la hegemonía en el seno de la sociedad ha enseñoreado todos sus ámbitos, y a su vez ha pretendido distorsionar la realidad presente construyendo nuevos referentes y significados de nuestro pasado histórico. El cual, al ser banalizado resulta fácilmente fracturable y sus distorsiones son casi imperceptibles por las generaciones que acuden a esta resemantización de la historia.   
            Y en este sentido, el incontenible e inalcanzable tiempo remonta las estepas en las que se fragua la esencia misma de la historia, inconmensurable como la propia existencia pareciera que se nos escapara del alcance, que ese nuestro pasado se diluyera a causa del más ingrato de los visitantes: el olvido. Hoy, rememoramos fechas, exaltamos nombres de manera indiscriminada, arropamos percepciones carentes de sentido e incurrimos en la falta sin igual de la reproducción de estereotipos construidos desde los discursos oficiales, entiéndase: desde los discursos de los poderes.
            En este orden de ideas, señalamos que, el manejo del pasado como herramienta para justificar actuaciones, glorificar y sobredimensionar realidades ha sido una constante en el quehacer sociopolítico humano. Es por esta razón, que a doscientos años de nuestra independencia resulta apremiante que el discurso que sobre este hecho se construya y se transmita, nos permita la consolidación de una república en que la unidad desde la diversidad sea el motor que ponga en marcha nuestra cotidianidad. No basta con la grandilocuencia encendida desde multitudinarias concentraciones para reconocernos parte de un colectivo, no es suficiente la recurrencia del discurso mediático para considerar de buena fe, que estamos asistiendo a la configuración de la identidad del ser social republicano. Realidad que por cierto, producto de la actual polarización en el panorama político nacional produce que los sujetos que la conforman se cohesionen en torno a fracciones y parcialidades desde las que se desdibujan las condiciones propias de la nacionalidad. Asistimos igualmente a la divergencia absoluta e irreconciliable sobre los orígenes y sentidos de nuestra vida republicana a partir de visiones maniqueístas y descontextualizadas del pasado.

Luisa Cáceres de Arimendi
Ejemplo de la mujer luchadora

            Por tal razón, esta generación bicentenaria está convocada innegablemente a “…buscarse en las ausencias de su historia. Eso es, escudriñarse en cada agujero cultural vivido y como corolario de una hechura social originaria.[1] Tal como lo expresara Berrios (2007: 51). Pero para ello, resulta necesario que se comprenda que en la construcción de nuestra historia, la retórica ha sido el método privilegiado en el estricto sentido de la búsqueda de la belleza y la proyección de vigor en el estilo con el cual se ha llevado a efecto. Con esta actitud, se ha alterado, se ha ocultado o se ha mentido sobre la realidad histórica para satisfacer percepciones particulares y convalidar proyectos políticos en diferentes etapas de nuestra historia.
            A partir de esta afirmación, se puede además señalar que el espacio primordial para dichas mistificaciones en la historia venezolana ha sido precisamente el período de la independencia, catorce años de nuestra historia – los de la guerra de emancipación - sobrepasan con creces el centimetraje dedicado a cualquier otro acontecimiento de la misma. De esta manera, el proceso independista se convierte en el cero histórico para los venezolanos. Lo que a claras luces nos expresa la obligación que nos convoca al estudio de los acontecimientos que enmarcaron esta realidad.
            Se destaca desde estas líneas que la condición otorgada a la independencia como única matriz generadora de historia acarrea implicaciones muy serias dentro del proceso formativo de la identidad nacional, la construcción del imaginario colectivo se consolida negando incluso a las propias razones que provocaron la ruptura con el nexo colonialista del imperio español, socava la ilusión de efectuar una mirada longitudinal que trascienda a los estertores del sistema republicano, puesto que a partir de esta realidad, se asume que hemos sido concebidos en el fragor de la guerra y que somos hijos de la confrontación y la división. Este será el signo que nos identifica y que se arraigará en la conciencia ciudadana. Producto de estas aseveraciones, resulta necesario que, “… en los signos cotidianos (se desenmascaren) las falsas evidencias, “lo que cae por su propio peso”, lo “verosímil”, los mitos; en una palabra, las ideologías que concurren siempre a un idéntico fin: deshistorizar la historia y universalizar lo contingente. (Giménez, 1976: 277)[2].
            Indicamos de igual manera, que la heroicidad, lo súperhumano, lo epopéyico y lo individual han sido la marca de fábrica del hecho independentista en la historia presentada a las nuevas generaciones, convirtiendo a este evento en una simple “… alegoría, mistificación social y código pequeño burgués…” (Ob. Cit: 277). Trasmutando a la historia y a sus personajes al submundo connotativo del mito, el cual, “es a la vez parásito y ladrón de significados: parásito porque se constituye a partir de un significado que le preexiste; ladrón de significados porque injerta sobre el significado de base un nuevo significado que lo distorsiona y lo deforma. (Ob. Cit: 277 - 278).
            Resaltamos por otra parte, que la construcción, desconstrucción y reconstrucción de discursos en torno al hecho histórico se ha conformado en una dinámica que perfila y configura el escenario político nacional en una sucesión de altisonantes pronunciamientos patrioteros en los que en las más de las veces se busca dejar de lado “…el aspecto histórico del sistema primero sobre el que se injerta; (y en este sentido) “el mito se constituye gracias a la pérdida de la calidad histórica de las cosas: éstas pierden en él la memoria de su fabricación (Ob. Cit: 1976: 278).
            Así las cosas, el discurso historiográfico venezolano en general y el relacionado a la independencia en particular es diseñado desde la perspectiva del mito tecnificado, es decir que, “…surge como producto “político”, busca un fin establecido y es creado intencionalmente, por un determinado sector. Generalmente este último se basa en imágenes deformadas e inclusive, el lenguaje en la mayoría de estos casos, es común tan sólo para un exclusivo grupo social. (González y Peña, 2003).[3] De esta manera, la escisión de las colonias americanas al imperio ibérico se constituyó en la pila bautismal de la clase gobernante venezolana. Todos, sin excepción buscan legitimar su poder desde la identificación con la causa patriota de la independencia y con el culto de los héroes de la misma.
            Podemos apreciar que los presidentes, desde José Antonio Páez hasta Hugo Chávez, han intentado cada uno de ellos, identificarse con la figura de Bolívar, todos por igual, han pretendido – de manera manifiesta - exhibir un profundo sentido bolivariano, hoy acudimos a la maximización de esta realidad. Baste con abrir la ventana para encontrarnos con la constitución de una república bolivariana, estados bolivarianos, alcaldías bolivarianas y pare usted de contar. El culto exacerbado a Bolívar, exhibido por los gobiernos de turno de ayer y hoy ha sido la mayor deformación a esa concepción fanática que se ha forjado sobre la independencia, situación que se agrava, si tomamos en cuenta que este discurso poco o nada se ha correspondido con las acciones y ejecutorías de las políticas esgrimidas por estos gobiernos que han tenido la labor de gerenciar al estado.
            Si dedicamos algunos minutos en realizar una sucinta revisión de las contradicciones y ambigüedades que se han edificado en torno a las implicaciones de la independencia, fácilmente se podrían apreciar los claros intereses que las soportan. Veamos:
            Según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), la independencia es una cualidad o condición de independiente y hace una clara alusión a  la libertad de un estado que nos es tributario ni dependiente. Pero, el proceso emancipatorio nacional al no construirse desde un proyecto originario, quedó íntimamente supeditado a los vaivenes de un mercado capitalista internacional manejado por hilos en poder de las grandes potencias extranjeras.            En este sentido, se rompe con el gobierno español, más no con el imperialismo en sus más amplias y diversas expresiones. No se construye un modelo republicano que no parta desde las perspectivas europeas y bajo la tutela del gran “hermano mayor”, lo que fractura de igual manera la otra acepción que posee el DRAE sobre la independencia que refiere a la no admisión de intervención ajena. Intervención que va a estar latente en el caso venezolano durante toda nuestra historia republicana y que va a lucir obscena una vez aparecido el petróleo en nuestro país.
            Por otra parte, si nos remitimos a los hechos históricos desde los cuales se forjó la independencia venezolana se podrá apreciar que inicialmente fueron hombres de letra, de fe y de derecho los que tuvieron el papel protagónico en eventos como el 19 de abril de 1810 (Vicente Salias, José Cortés de Madariaga, Juan Germán Roscio, entre otros), en este sentido, la pluma fue primero que la espada, sin embargo, durante 146 años de historia republicana (hasta 1959) prevaleció la hegemonía del militar y de lo militar sobre la civilidad. Pero posterior al Pacto de Puntofijo e incluyendo a la “V República” el funcionamiento del estado prosigue bajo la tutela de la fuerza armada.
            Esta situación fue uno de los detonantes del caudillismo que marcó la historia de nuestro siglo XIX que tanta sangre derramada le costó al país, que sumió en la ruina a la economía nacional por largos períodos y que hasta hace poco lanzaba un halo de superioridad en organización y eficiencia al estamento militar en la percepción de la ciudadanía venezolana. El militarismo, en la concepción de muchos, refería al orden que amerita un país para su sano desarrollo, que en algunos casos era expresado en el llamado “gendarme necesario” con las consabidas consecuencias que nos vimos obligados a padecer como pueblo.
            Adicional a lo antes expuesto, se puede señalar que además de la invasión napoleónica a la península ibérica y la posterior usurpación del trono español por parte de los hermanos franceses, Napoleón y José Bonaparte (el popular pepe botella) después de la abdicación de Fernando VII y la de Carlos IV reyes de España, la causa fundamental que desencadenó las circunstancia que conducirían a la guerra de la independencia fue el desplazamiento político de los mantuanos por parte de los blancos peninsulares. En el estricto sentido de la palabra, el proyecto independentista, fue un proyecto político mantuano, engendrado en el seno de la burguesía territorial de la colonia que no tenía pretensiones de producir cambios significativos en la estructura económica y social.
            Sin embargo, el discurso dominante se ha encargado de dibujar una ilusión de génesis popular de esta importante acción política y militar. Las clases más desposeídas en las primeras etapas de cambio, poco le importaba que bando resultaba triunfante, si se comprendía que el resultado para ellos sería el mismo: la explotación. El punto de quiebre a mi parecer, se produce en Trujillo el 15 de junio de 1813 con la Proclama de Guerra a Muerte lanzada por Simón Bolívar. Donde necesariamente se inicia el establecimiento de las definiciones ante la amenaza de esta nueva situación. Pero a pesar de esta contundente realidad esa visión romántica prevalece y configura todo un imaginario, donde las clases sociales se asumen como baluartes de la lucha que entregan la conducción de sus destinos a los más preparados, más capaces, en resumen, a las oligarquías. Es el nuevo “contrato social” roussoniano que rige los destinos de la república y que se mantiene vigente hasta nuestros días.
            Puesto que no pretendo extenderme demasiado, quisiera señalar para concluir, que la herencia de la independencia ha servido para estructurar todo un intrincado andamiaje ideológico al servicio de los grupos de poder, y que éste se ha vertido de manera constante a las masas que los han consumido acríticamente generando percepciones erradas que contribuyen más a la divisiones a lo interno de la sociedad que a perfilar el ser cívico que se amerita en los actuales momentos.
            Igualmente es de señalar que el período de la independencia fue una ruptura histórica que puso en crisis al sistema colonial, que producto de las ejecutorías de los gobiernos que la sucedieron se han perdido valiosas oportunidades que puedan conducirnos a una honesta identidad nacional, en la que sin complejos podamos asumir nuestros errores y engrandecernos como patria.
            Por otro lado, se amerita que los actores educativos se aboquen a la profundización de los valores reales de la independencia y las implicaciones que esta acarrea. De la misma manera es necesario el desarrollo de estrategias que permiten echar las bases para el establecimiento de puentes que pongan en diálogo franco a las generaciones del pasado con las del presente. Dichas estrategias deben involucrar los más diversos métodos y técnicas disponibles para optimizar esa comunicación que a cuenta gotas se ha venido perdiendo y que ha fracturado nuestra identidad, porque hemos venido dejando de decirnos quiénes somos.
            Por último se invita a la desacralización de la independencia y de los hombres y mujeres que en ella participaron, porque tan sólo trayéndola hasta los límites modestos del hombre común, ese que día a día debe enfrentar el agreste entorno que lo sumerge en el anonimato podrá servirnos para comprendernos como sujetos de la historia, y apreciarnos, no como extraños ni mucho menos como incapaces, si no como actores que participan en la trama de este devenir que es nuestra historia. Enriquezcamos diariamente el debate sobre nuestras maneras de construir memoria, que no es otra cosa que la forma de rendirnos cuentas.
           
           




* Profesor en el Área de Historia en el NURR – ULA. Trujillo.
[1] Alexi Berrios Berrios en: América en las desgarraduras del tiempo.
[2] Gilberto Giménez, Literatura ideología y lenguaje. 
[3] Trabajo especial de grado: Los mitos y tradiciones como elementos reconstructivos de la historia regional. ULA. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

¿De la estructura colonial al estado socialista?
Una revisión crítica²
            Yherdyn Peña*


            Desde el doce de octubre de 1492 cuando Cristóbal Colón llega a las costas orientales de lo que más tarde llamaríamos América, comienza una ruptura histórica desde la cual se desencadena una oleada de transformaciones y/o ampliaciones de los sistemas imperantes en el mundo conocido. A partir de la misma, se construye una resemantización de la realidad en este lado del planeta. De esta manera, nos iniciamos en la historiografía universal siendo lo que no éramos. Así nacen las indias occidentales y de manera simultánea surgen los indios. Nombres de las tierras y hombres encontrados por los exploradores europeos. Lo que nos ata en nuestra nominación a los referentes propios que los europeos de los siglos XV y XVI poseen en su imaginario colectivo. Estos elementos parecieran no tener repercusión alguna pero es precisamente esta realidad la que nos permite comprender las complicadas relaciones dialécticas – en cuanto a condiciones sociales, económicas y políticas – que rigen en nuestra actualidad.
            En este sentido, una vez que el occidental asume la equivocación, de que este lado del mundo no eran las indias orientales y que por ende aquí no se podrían encontrar las riquezas descritas en los relatos maravillosos de Marco Polo quien las ubicaba en las tierras de Cipango y Catay, los europeos asumieron la teoría desde la cual este lado del planeta era una tierra vacua y que sus hombres se encontraban reducidos a un género inferior o eran vistos en la mayor de las veces como simples salvajes que no poseían alma, negándoles con ello la propia condición humana. Por tal razón la conquista violenta a través del exterminio respondía a una condición aceptada por la divinidad (el dios de la tradición judeocristiana atrapado en la iglesia católica), y de esta realidad surgió la justa guerra, que concluyó con la aniquilación o sometimiento de los aborígenes del supuesto nuevo continente.
            En este orden de ideas, el proceso de conquista llevado a efecto por los europeos en las tierras “descubiertas” no era visto de otra manera sino como el simple proceso de civilización, de culturización de una espacialidad que era carente de todo a cuanto “desarrollo”, “avance” y  “progreso” constituyera. Lo aborigen – americano representaba lo salvaje, lo inculto, lo bárbaro y no en cuanto a su acepción de extranjero si no más bien como inhumano, fiero y bestial, mientras que lo europeo representaba la civilización, el orden, el pensamiento. Por tal razón el proceso colonizador no solo transfiere hombres y especies de plantas y animales de un continente a otro, ésta implicó la implantación de un modelo social allende sus fronteras. Constituyó de la misma manera un proceso expoliatorio y excluyente que no permitió el desarrollo de la diversidad, que sometió en una camisa de fuerza a las expresiones disidentes y obligó a todos a enmarcarse dentro de los parámetros impuestos.
            Para lograr tal fin, la corona española en primera instancia utilizó la fuerza como medio coercitivo, pero de manera simultánea y aún más efectiva fue la utilización de la iglesia como mecanismo modelador de las sociedades que se consolidaban en este hemisferio. Así, en principio se arrebataron la lengua y los dioses propios de los grupos aborígenes convirtiéndolos en proscritos. De esta forma, se construía todo un andamiaje cultural que terminaría conquistando el inconciente colectivo de ese nuevo género humano que recién se constituía a partir de la hibrides y mixtura de las razas que de manera paulatina se iban encontrando en este nuevo contexto.
            En el caso venezolano, cuando los españoles arribaron a tierra firme, aquí los grupos indígenas que se encontraban habitando se hallaban en los estadios evolutivos del paleo indio (a excepción de los timotocuicas), es decir eran de carácter nómadas y sin una formación social compleja, es por ello, que una vez iniciada la segunda etapa de ocupación del territorio, es decir la colonización propiamente dicha, comienza el traslado de las instituciones europeas para constituir las nuevas sociedades criollas. He aquí la verdadera dimensión del fenómeno sociopolítico que se engendra en nuestra tierra. A pesar que algunas manifestaciones aborígenes y negras sobreviven disfrazándose, ocultándose, refugiándose en la clandestinidad, son las instituciones europeas las que se imponen y modelan el nuevo régimen constituido.
            Desde estas aseveraciones, podemos afirmar que la ciudad se convierte en núcleo iniciador de los procesos de constitución de la sociedad imperante. Pero para que dicha ciudad funcione, se amerita la existencia de instituciones que así lo permitan y de esta manera, el cabildo es génesis de nuestra configuración social, los criollos se constituyeron en poder local una vez que el cabildo se instituyó en la empresa civilizadora. Pero este cabildo, quedó en manos de un reducido grupo: la oligarquía territorial de la colonia, dejando sin representación alguna a ingentes expresiones de lo que más tarde constituirá nuestra nacionalidad. Sin embargo, es obligado el reconocimiento de la fundación de la ciudad como el acto por excelencia, constituía un rito evocador del poderío del imperio que subyugaba a los habitantes aborígenes, y en el que la espada y la cruz se congregaban para otorgar legitimidad al usurpador, pero a su vez constituía la opción de poder desde lo micro, pero dicho poder estará siempre funcionando como satélite del poder constituido del rey y de lo que éste representaba.
            Ante el absolutismo imperante en el reino de España todo poder debía derivar del propio rey que a su vez regentaba un poder otorgado por dios utilizando a la iglesia como intermediaria. Si bien, en España, el rey emanaba desde la metrópoli un caudal incesante de normativas que debían cumplirse en las colonias de ultramar, las particularidades que emergían lentamente las distanciaban e iban constituyendo nuevas generalidades a las que había que darles respuestas, pero para infortunio de los españoles y para supuesta dicha de los herederos de la república estas transformaciones jamás llegaron.
            Así las cosas, el régimen que sostuvo el dominio colonial durante trescientos años prácticamente no sufrió ninguna modificación a lo largo de este extenso proceso (el más largo de los períodos de nuestra historia pos -  colombina). Se constituyeron tribunales a través de la real audiencia, instancia que se encargaba de impartir justicia, se trasladaron instituciones como las   gobernaciones y las capitanías generales  las que se consolidaron para cumplir las funciones de administración política y ejecutar las leyes emanadas de su alteza, el rey de España. De la misma manera se introdujeron otras instancias de administración como la real hacienda y la real intendencia encargadas de la gestión de los bienes públicos  y el desarrollo de la política fiscal y comercial del período colonial, todas estas instancias designadas por la soberana voluntad del monarca imperial. Donde son nombrados exclusivamente los peninsulares para ocupar estos puestos. En este sentido, los blancos criollos se vieron restringidos a sus reductos citadinos de los cabildos, lo que alimentará un descontento que irá in cressendo y que de manera paulatina empujará a transformaciones que se darán como producto de la confrontación.
            De esta manera encontramos que las bases de una sociedad que a fuerza de la tradición se fue construyendo estaban echadas, y los cimientos de la misma parecen resistirse a los embates propios del incesante tiempo; los vientos de la revolución soplaban fuertemente tanto en Europa como en América, revolución que en el siglo XIX parecía trastocar el estado de cosas que durante siglos habían permanecido inconmovibles, revolución que se extendía tanto en el ámbito político como en lo intelectual. Francia anunciaba con fuertes campanadas en el ocaso del siglo XVIII y comienzos del XIX que nuevos tiempos se avecinaban, la brisa transportaba los llamados a la libertad, la fraternidad y la igualdad. Voces que emergían de una orilla del Atlántico y que sus ecos repercutían al otro margen de ese mar que en inicio era una mar ignotum y que ahora se convertía en vehículo a través del cual se conducían las novedades en esos tiempos de cambios, presagiaban definitivamente que algo nuevo había bajo el cielo.
            Del mismo modo como tres siglos atrás los españoles habían llegado por las costas orientales para imponer sus modos de vida, sus costumbres y tradiciones, sus valores y creencias, un europeo de nuevo tipo: el de la ilustración acudía en el siglo XIX a la constitución de una nueva realidad política. Una vez más, es Europa quien señala el destino al que debe acudir América. El viejo continente nuevamente  indica el rumbo en el que navegarán nuestras naves cargadas de consignas libertarias.
             Por tal razón, se puede afirmar, que si bien es cierto que el 19 de abril de 1810 Venezuela acude como protagonista al ejercicio de ese poder primario que se constituyó desde la creación del cabildo para poner fin al dominio del poder español sobre las tierras venezolanas, a este evento no fueron invitados todos los grupos que hacían vida en la sociedad venezolana, por lo que se puede señalar que allí, no eran todos los que estaban ni estaban todos los que eran. Los negros, los indios y los pardos, eran convidados de piedra y meros espectadores en el desarrollo de los eventos. Igualmente puede indicarse que, por un lado, las ideas que se esgrimieron en procura de constituir un nuevo sistema se corresponde una vez más a la herencia europea y por otro lado, que las motivaciones y ambiciones clasistas de los mantuanos fue el motor esencial que impulsó el desenlace de los acontecimientos.
            En este orden de ideas es más que comprensible, que el producto de la gesta independentista haya sido un sistema tan excluyente como el que había prevalecido a lo largo de los trescientos años de la colonia. Si bien fueron desplazados los peninsulares del ejercicio del poder, esto no implicó bajo ningún concepto que el ejercicio de ese poder pasó a manos de quienes habían padecido la ominosa actitud de poder asumida por la corona. Igualmente, si se derogaron los privilegios de la corona, no se alteró en grado alguno la condición de explotado de la mayorías mientras que un reducido grupo seguía usufructuando de los más amplios privilegios.
            Por otro lado, al menos en teoría, se rompió con el absolutismo imperante por el rey, el cual ejercía el poder de manera absoluta, pero a su vez, surge el caudillo como representante de la nueva estructura republicana. La república engendrada posterior a 1810 es de carácter oligárquico y burgués. La proposición de Montesquieu sobre la separación de los poderes era manoseada por todos pero pocos o ninguno se apegaba a la misma. Entretanto que las instituciones republicanas son una mera proyección de las instauradas durante la colonia. La innovación mayor en lo político es el sistema presidencialista y el establecimiento del poder legislativo en las manos de un congreso bicameral.
            Pero resulta que la constitución es desconocida de manera continua y el congreso se convierte en un bosque de manos alzadas al servicio del gobernante de turno quien a fines de cuenta, es quien en realidad posee la última palabra. Sobrevive aún como esencia local, micro, el cabildo o la esencia de los mismos en los consejos municipales, las gobernaciones, otrora eran ocupadas por decisión de los gobernantes y no por los gobernados. Y en el ámbito social la situación resulta aún más vergonzante. La esclavitud se mantiene y los derechos políticos son consagrados exclusivamente a quienes poseen bienes de fortuna. El nuevo modelo republicano en este sentido genera más decepción que bienestar.
            Y es a partir de esta profunda decepción desde donde se engendrará la lucha social en contra del status quo. Allí las masas empobrecidas se sumarán y servirán de carne de cañón y escalera para un sinnúmero de oportunistas que van desde generales de montoneras hasta líderes de partidos políticos, pero una vez que la lucha toma una pausa, nuevamente las masas populares quedan desplazadas y surge el entendimiento entre los grupos de poder.
Por ejemplo, la democracia venezolana surgida del pacto de Puntofijo, posterior al derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, firmado por los partidos tradicionales venezolanos a excepción del Partido Comunista, se había proyectado como el sistema democrático más sólido de Latinoamérica, desde 1958 y hasta finales de la década de los 80`s se concibe como la más longeva democracia del subcontinente. Así resultan incuestionables los logros obtenidos a partir de este acuerdo. Pero lo que no se destaca casi nunca es que este pacto dejó de lado a una parte de quienes conformaron la resistencia contra el régimen perezjimenista, y que de esta manera la democracia había nacido herida en este país cargado de riqueza petrolera. Desde sus propios inicios el sistema político venezolano nacido del puntofijismo debió enfrentar serias amenazas producto de ese mal parto del cual había nacido. Los sectores de izquierda, desplazados y radicalizados, así como algunas esferas nacionalistas del estamento militar se sublevan contra el sistema establecido, igualmente factores foráneos intervendrán en la dinámica política nacional en el contexto de la llamada Guerra Fría.
Por esta razón, será constante la influencia de los países del llamado Socialismo Real, promoviendo y financiando a los grupos armados que se iban constituyendo en guerrillas tanto urbanas como rurales. Pero de la misma manera, el gobierno de Estados Unidos pretenderá asegurar sus intereses a través de la ingerencia abierta o solapada del Departamento de Estado o de organizaciones de inteligencia como la CIA, además de ofrecer capacitación de las fuerzas armadas por medio de la Escuela de Las Américas.
De igual manera, resulta necesario destacar que el desplazamiento del modelo político tradicional venezolano y la implantación de uno nuevo, desde luego implicó un reacomodo de los actores políticos y económicos dentro de la sociedad, en este sentido, en Venezuela las elites económicas encabezadas por FEDECAMARAS y los partidos políticos engendrarán un pacto tácito para lograr la gobernabilidad del país y así evitar la posibilidad del regreso de los simpatizantes del perezjimenismo. Así la estructura económica estará accionando en función de fortalecer el estado en manos de los partidos, a la vez que el estado les permitía a estos empresarios lograr importantes ganancias bajo el amparo y las “bendiciones” del estado.
Así, encontraremos que los gobernantes venezolanos ejecutaron durante las décadas del sesenta y setenta del siglo XX políticas de persecución y exterminio de las tendencias de izquierda muy similares a las desarrolladas por las dictaduras militares del cono sur americano. El Plan Cóndor aplicado en Chile, Argentina, Bolivia, Brasil… tuvo su expresión en Venezuela, pero a diferencia de estos países, en el nuestro brillaba una “esplendorosa” democracia. En los primeros diez años de la democracia, hubo un número mayor de muertos, presos políticos y desaparecidos que durante los diez años de la junta militar de gobierno liderada por Pérez Jiménez. La guerra de guerrillas propagada en muchas de las zonas rurales de Venezuela fue sofocada en buena parte no sólo por la acción de la fuerza militar sino por los grandes ingresos producto de la exportación del petróleo. La dependencia del mercado internacional de la energía por las fuentes petroleras ubicadas generalmente en países del tercer mundo, entre ellos Venezuela, permitió desarrollar un conjunto de medidas y políticas dirigidas a fortalecer el clientelismo partidista, lo que degeneró en una acción de entrega de subsidios y “ayudas” a los sectores más necesitados de la población. De esta manera, si durante el siglo XIX la autocracia caudillista había sido el signo representativo de la política nacional, en esta parte de nuestra historia el partido era el estado.
Es de destacar que si la política social estuvo en función de dádivas para acallar a las clases necesitadas y fortalecer el peso del partido, la política económica estuvo dirigida a fortalecer la importación y desarrollar la monoproducción y la monoexportación. El petróleo se consolidó definitivamente como el motor indispensable de la economía nacional. Esta situación condujo al proceso de nacionalización de la industria de los hidrocarburos, que produjo jugosas ganancias a los consorcios extranjeros quienes planificaron en gran medida dicho proceso de nacionalización. Esto por supuesto profundizó aún más el decaimiento de la actividad rural que a su vez multiplicó la pobreza y la marginalidad en las principales ciudades del país, y acentuó de igual manera nuestra dependencia hacia los Estados Unidos.
El estado democrático se sustentaba de esta manera en la posibilidad de satisfacer  las necesidades primarias de la población en la medida que los ingresos petroleros se mantuvieran a un nivel que lo permitiera. Pero los altos niveles de corrupción y el despilfarro generalizado, hicieron que el sistema comenzara a resentirse, esto provocó un proceso inflacionario y de devaluación que afectó por un lado al poder adquisitivo de la población en general y la capacidad de respuesta del estado nacional por el otro. Lo que conducirá en pocos años a la debacle económica – financiera – social – política, que tendrá sus máximos exponentes en los años de 1989 y 1994.
Para el año 1976 se anunció con bombos y platillos la tan cacaraqueada nacionalización del petróleo, ya el Presidente Caldera había echo lo propio con el gas. Esto en teoría significaba el ejercicio de la soberanía sobre los principales recursos de nuestra economía por parte del estado venezolano. Las empresas extranjeras en este sentido recibieron 4,3 millardos de dólares por concepto de rescisión de concesiones. Lo cierto fue que las comisiones técnicas encargadas de ejecutar dichas medidas o pertenecían de manera directa a los consorcios que hasta ese entonces poseían las concesiones o eran representantes indirectos de estas empresas multinacionales. Así, Petróleos de Venezuela, se convertirá en un Caballo de Troya, años más tarde se argumentará que la estatal petrolera es inauditable, que es una caja negra o que simplemente es un estado dentro del estado. Los llamados convenios de asistencia técnica que se firmaron una vez rescindidas las concesiones permitió que estas empresas continuaran influyendo en la política petrolera nacional en perjuicio de los intereses de la patria, conllevando a una crisis de la estatal petrolera, la cual estuvo al borde de la privatización bajo el supuesto que no generaba dividendos al estado. Pero lo cierto de ello es que una gerencia tecnocrática recibía salarios elevadísimos, diríamos que obscenos a la vez que se intentaba por todos los medios quebrar la médula a la economía nacional.
En este orden de ideas, podemos afirmar que, los inmensos ingresos petroleros que entraban al estado sirvieron para acrecentar la desigualdad, generando una insalvable fractura entre ricos y pobres producto de la mala distribución de los mismos. Las condiciones socioeconómicas de la mayoría de la población se fueron resquebrajando, lo que desencadenó una escalada de revueltas populares durante toda la década de los 80´s.
La unidad y complicidad de los factores económicos con los actores políticos permitió construir una imagen de sociedad plural cargada de igualdad de oportunidades, los medios de información de masas en manos de los empresarios, estos “reyes de la baraja” crearon una distorsionada imagen de lo que era realmente Venezuela, al parecer la lucha de clases de la que tanto hablaba Marx no existía en el país. Por tal motivo, en el momento en que se produce el caracazo los días 27 y 28 de febrero y 01 de marzo de 1989 parece que agarra por sorpresa a una parte de la población: aquella que había generado el discurso y que simultáneamente lo había asimilado. De la noche a la mañana, se percataron que el sistema poseía pies de barro.
Este evento pasa a los anales de la historia con una enunciación geográfica totalmente errada, puesto que el llamado Caracazo a pesar de tener sus focos iniciales en las ciudades de Guarenas y Guatire, se extendió por la gran mayoría de las ciudades venezolanas.
Por otro lado, factores nacionalistas dentro de las Fuerzas Armadas Nacionales (FAN) nuevamente intentan cambiar de rumbo político al país, la madrugada del cuatro de febrero de 1992 todos fuimos sorprendidos con una intentona de golpe de estado perpetrado por el grupo de COMACATES (comandantes, mayores, capitanes y tenientes) y catapulta con ello la figura del Teniente Coronel Hugo Chávez como la expresión más absoluta de la revolución venezolana, dejando de lado u opacando a los sectores de la izquierda tradicional que se había enfrentado al régimen Puntofijista, y que más tarde también le hicieron frente a la llamada democracia representativa. Chávez de esta manera se convierte para muchos venezolanos, en el paladín de la revolución a la vez que todo aquel que exprese su motivación por la revolución se transforma en un nuevo subgénero de la revolución a quienes denominan de manera genérica como CHAVISTAS.
A partir de esta realidad se desarrolla un entrampamiento terrible entre los factores del poder en pugna y aquellos, que pretenden una realidad venezolana que rompa de manera necesaria con el pasado hegemónico de las elites entreguistas y que asumen de manera crítica que las múltiples corrientes de la supuesta revolución bolivariana tampoco han engendrado los frutos que de manera constante propugna como impostergables.  
En este sentido, se hace necesario destacar que dentro de esa pugna intestina que se desarrolla en torno al poder y producto del debilitamiento de los partidos políticos tradicionales, convierten a los medios de comunicación en los actores políticos con una protagónica participación. Además, nunca como ahora nuestra sociedad se había encontrado tan mediatizada y por ende nunca antes el llamado discurso político se había masificado en las proporciones de ahora.
El viraje más radical se produce precisamente a partir de la llegada del ahora presidente de la república Hugo Chávez Frías en la que se plante el establecimiento de un sistema socialista cuya base sustancial son las comunas y por supuesto los consejos comunales. Sin embargo es de destacar que dicho socialismo es una categoría que hasta los momentos es desconocida por la mayor parte de la población, y en medio de esa sobresaturación discursiva, se construye una realidad mediática sumamente polarizada. Sin embargo, lo que se ha apreciado en la práctica es el ejercicio de un marcado capitalismo de estado, con una significativa asistencia social, que aún no resuelve los verdaderos problemas de la población en lo que a necesidades básicas se refiere y de igual manera no se ha mejorado la participación en el ejercicio directo de la población en la toma de decisiones y mucho menos en la generación de políticas públicas.



² Presentado el 23 de julio de 2010. Universidad Simón Rodríguez- Núcleo Trujillo.
* Profesor de historia del NURR – ULA. Coordinador del Taller de Historia “Abya Yala”.