jueves, 14 de noviembre de 2013

ESCUELA – COMUNIDAD: EL PRODUCTO DE UN DESENCUENTRO
Yherdyn Peña

            Las comunidades primitivas en su conjunto poseían vínculos íntimamente estrechos entre los miembros que la integraban, en primera instancia por la propia simplicidad de su existencia, por tal razón, producto de tal condición y ante el reto de sobrevivir como especie y como grupo humano particular; desarrollaron sistemas de producción colectivos que permitían generar los recursos necesarios para su subsistencia sin originar relaciones de explotación de unos sobre los otros. Por ello, estas comunidades primitivas llevaron a efecto un sistema de educación en el que los niños de ese colectivo, eran educados por el colectivo mismo, la educación en este sentido era responsabilidad de todos los que integraban la comunidad. De esta manera, valores, costumbres, tradiciones, formas y métodos de producción eran traspasados de generación en generación de manera colectiva.
            Al establecerse nuevos niveles de desarrollo, surgieron ciertas innovaciones que afectaron la realidad educativa que había prevalecido en esos primeros tiempos, de esta manera, surgieron en primera instancia la propiedad privada, con lo que se estableció de igual manera la explotación del hombre por el hombre y por último la creación y consolidación del estado. A este momento de la historia los colectivos dejaron la responsabilidad de educar a las nuevas generaciones y establecieron un “contrato social” para que las autoridades del nuevo estado formen al hombre que dicho estado amerita, por este motivo, el individuo se convierte de manera paulatina en un producto en serie que engranará en el sistema productivo imperante.
            La crisis de valores que atravesamos en la actualidad es producto de la realidad antes descrita y que marca pauta en nuestra sociedad moderna (algunos dirán que posmoderna), la desarticulación familiar, la ausencia de figuras de autoridad, cánones éticos - morales incomprensibles, situaciones éstas que degeneran en un clima de violencia social generalizado (que no se reduce tan sólo a la violencia expresada en actos delictivos) que afecta a todos los individuos por igual. El imperio del darwinismo social como medida del éxito, no nos permite asumir dicha realidad como un problema de índole colectivo y mucho menos generar soluciones consensuadas. Es interesante pensar que la iniciativa de consolidar el poder de tomar decisiones para solucionar los problemas por parte de los consejos comunales podría transformar esta realidad. Pero al observar las ejecutorías de los mismos, dejan mucho que desear; la mayoría de sus acciones van dirigidas al desarrollo de infraestructuras y ni un ápice de preocupación demuestran por la crisis que atraviesa nuestro sistema educativo, nuestros niños y adolescentes y por ende nuestra sociedad.

            Ese divorcio de la comunidad con la realidad escolar, debe desaparecer, basta con asumir a las instituciones educativas como meros depósitos de muchachos, en las que los padres y/o representantes nada tienen que ver y mucho menos que aportar. Resulta indispensable el desarrollo de estrategias que le permitan a la comunidad incorporarse en primera instancia a la selección de los docentes, así como a la construcción de currículos con pertinencia en lo regional y lo local. La propuesta radica en revertir esa postura del ciudadano autoexcluido del hecho educativo por uno integrado y con una participación verdaderamente protagónica, dejando de lado la nociva tarea de estar buscando responsables del malestar que atraviesa nuestra sociedad sin asumir la responsabilidad propia. Es dejar de lado aquella postura de que si los niños son “buenos” es porque tienen buenos padres, pero si al contrario muestran malas conductas es debido a que posee malos profesores. Apostemos por el éxito pero participemos todos en el logro del mismo.

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