Bolívar: el reto de la generación bicentenaria[1]
Lcdo. Yherdyn Peña[2]
Cuán
difícil resulta hablar de un hombre sobre el cual se han dicho y escrito tantas
cosas. Qué grande es el compromiso de extender un discurso en el cual se busque
el equilibrio cuando se hace referencia a un individuo tan reverenciado. Qué
complejo se vuelve referirse a un personaje que exhibe tantas aristas sin
entramparse en la búsqueda de atrapar la totalidad de su obra o caer en
parcialidades simplistas con el consecuente riesgo de las posibles
distorsiones.
Además
de ser una figura en extremo polifacética, Bolívar se nos presenta de manera
imprevista según la óptica de quien lo mire. Así encontramos un Bolívar a la
carta: para el gusto y los intereses de cada quien. Nuestra generación confrontó
el desafío de una educación negadora de la historia y profundamente excluyente;
cuyo único interés era mantener el privilegio de una clase explotadora. Esa ha
sido la tradición histórica y política de nuestra nación y la mayor carga de
complejos que ha marcado al pueblo venezolano.
Se
nos enseñó por años a sobre exaltar al bolívar del signo monetario, símbolo de
poder y status. Rememoramos a un Bolívar de bronce o de blanquecino mármol,
frío, sin sentimientos, y mucho menos sin ser sentido. Adoramos al Bolívar
guerrero, y esa condición bastó para generar luchas intestinas y fratricidas
que tiñeron de sangre el suelo patrio. Veneramos al Bolívar mantuano, conductor
de masas como justificación para la sumisión del pueblo entero ante esa misma
clase que lo traicionó y que traicionó su proyecto.
Qué
clase de república se ha venido construyendo a lo largo de este ciclo
bicentenario; y a su vez, vale preguntarse, qué tipo de republicano engendró
esa dinámica de traiciones consumadas y
distorsiones que se convirtieron en dogmas. Es por ello, que hoy, a 230 años
del natalicio del Libertador Simón Bolívar resulta ineludible recuperar de
manera honesta el legado que para la posteridad dejara este gigante
nuestroamericano.
Pero,
si este hombre nació hace más de dos siglos, por qué, a esta nueva generación
le debe interesar estudiarlo. A propósito de esto, es bueno señalar que el
discurso neoliberal y globalizador exige que los “muertos no nos sigan
gobernando”, estos tecnócratas y economicistas no le temen a los muertos, nos
quieren vender el silencio del sepulcro como única memoria. A lo que
verdaderamente le temen, es a la memoria de los pueblos y a la lección dejada por
estos hombres forjadores de la república y aprendida por esos mismos pueblos.
Del
Libertador, son muchos los elementos que pueden y deben destacarse. La grandeza
de este personaje no se encuentra en la ausencia de defectos o errores, si no, en
el hecho de que se hizo grande a partir de la corrección de los mismos. No se
quebrantó frente a la adversidad y siempre pensó en la trascendencia no sólo
personal sino de la república.
El
niño Simón, pudo conformarse con la tranquilidad y el sosiego que le
significaba pertenecer a la poderosa oligarquía territorial de la colonia, sin
embargo, enrumba su transitar por el camino del riesgo que implica la lucha por
la libertad contra un régimen oprobioso y sin escrúpulo alguno para aplicar las
medidas que fuesen necesarias para seguir imponiendo su hegemonía y legitimarla
a costa de todo y de todos.
Ese
mismo niño debió afrontar el dolor y la adversidad desde su más tierna edad. Pero
esto nunca le sirvió de excusa para dejar de lado su destino; esos tempranos
capítulos de su vida sirvieron para perfilar su irreverente personalidad, su
incesante búsqueda de la libertad, su entrega y desprendimiento y la
comprensión de la fatalidad que atravesaba el territorio americano.
Aunado
a esto, el joven Simón Bolívar si bien bebió del cáliz del pensamiento europeo
de la ilustración, pudo a su vez evidenciar desde su propia experiencia, palpar
al detalle, el grado sumo de descomposición política, social, cultural y sobre
todo, moral tanto del imperio español, como del imperialismo como sistema de
dominación hegemónica. Su pensamiento se elevó por encima de esos constructos
teóricos que desconocían la realidad del pueblo americano y de esta manera, fue
capaz de identificarnos como un nuevo género humano.
Ese nuevo género humano al que hacía
referencia el libertador Simón Bolívar hace casi 200 años, somos este pueblo
mestizo que hoy más que nunca debe proseguir la lucha que inició el Padre de la
patria. Pero este pueblo, y estos hombres y mujeres aún no han sabido encontrar
su destino, porque hasta ahora no hemos sido capaces de mirarnos con “orijinal”
sentido americano, aún queda como tarea pendiente darnos nuestras
instituciones, nuestra ciencia y nuestra propia tecnología, para
definitivamente desprendernos de la dominación y así, lograr la verdadera
independencia.
Y
destaco nuestro mestizaje sin complejo alguno, sin un mínimo tono de rubor en
mi rostro, ya El Libertador lo señalaba de manera más que evidente: no somos
europeos, ni aborígenes, tampoco africanos; es por ello que debemos con
urgencia dejar de mirarnos en los espejos de otros, con la mirada de los otros,
aspirando a parecernos a los otros para poder obtener la felicidad… ese camino
solo conduce a la derrota más absoluta.
Ya,
por el año de 1813, cuando lanza aquella lapidaria proclama de guerra a muerte
contra la ignominia, la dominación y la indefinición; convoca a ese nuevo
género humano, a esa raza cósmica… a los americanos a la redención. Pero
reconociendo y alertando a su vez, que dicha redención solo se lograría a
través de la lucha… el poder dominante nunca se suicidará y por ende, tal lucha
era inevitable. A 200 años… qué maravilloso ser parte de esta generación
bicentenaria, la lección está latente, el estado burgués no termina de dar sus
últimos estertores y debemos continuar en el desmontaje de ese estado… pueblo y
gobierno bolivariano unido.
Como
antecedente a esta proclama se debe señalar el manifiesto de Cartagena, allí,
se evidencia que aunque su espíritu es intempestivo es de igual manera profundamente
reflexivo. En este documento critica la implantación de un modelo en exceso
tolerante y la disipación de las rentas públicas… hoy, la impunidad y la
corrupción de los enemigos de la patria siguen atentando de manera continuada
contra la unidad republicana, hoy más que nunca, el compromiso del gobierno
bolivariano es la lucha contra la impunidad y la corrupción. Adelante pues…
este pueblo bolivariano lo espera.
Y
recordemos, no es solo este pueblo, ya el comandante Chávez lo señalaba por
allá, en el duro año del 2003 que había que considerar que; “Los pueblos de este continente tienen su
vista y su corazón puestos, una vez más, en el pueblo de Bolívar. Esa es otra
razón por la que nosotros no podemos fallar, porque no se trata ni siquiera
solo de nuestro pueblo venezolano, si no se trata de nuestros pueblos hermanos
de América Latina o Caribeña, que ya han interpretado, […] la lucha por los
pueblos indígenas de Venezuela, por la igualdad, por la justicia […]”, y
ahora la lucha contra la impunidad y la corrupción son parte de las banderas
libertarias que nos legó el Libertador.
Se
debe destacar, que cuando la patria, ameritó de un paladín, allí emergió
Bolívar, cuando un jurista era requerido para el bien de la nación… Bolívar
aparecía con su pluma; pero sobre todo, cuando se urgía de un ejemplo; allí, de
nuevo, los dotes del Bolívar ciudadano concurrían presurosos en pos de la
naciente y frágil república.
Recorrió
grandes extensiones del territorio suramericano y forjó el primer y único
ejército libertador, ejército que abandonó su territorio, no para conquistar ni
someter, si no; para libertar e independizar. Fue un caraqueño consumado, fue
un amante de Venezuela, pero sobre todo, fue un profundo creyente de la gran
nación americana y en ello, puso su vida.
Un
17 de diciembre de 1819, en la ciudad venezolana de Angostura, ya delineaba con
magistrales pinceladas el más hermoso y estratégico proyecto de integración territorial
y política, el de Colombia la grande. Que poco duró su sueño, más pudo la
traición, la mezquindad y la manipulación de la incipiente potencia del norte
que los ideales de unión de este gran hombre.
Empeñado
en la idea de la unidad americana, insistió siete años después con la propuesta
del Congreso Anfictiónico de Panamá, con la que se buscaba la creación de una
federación de países hispanoamericanos independientes; y a partir de allí, la
constitución de un ejército interamericano de defensa común, pero la
intervención de las grandes potencias y el servilismo de las clases dominantes
de los nacientes países americanos de nuevo dieron al traste con las
iniciativas de integración. ¿El resultado? El intervencionismo, la exclusión,
el subdesarrollo, los desequilibrios y la desigualdad que han lanzado a las
grandes mayorías a la miseria tanto material como cultural.
A
pesar de los tantos aportes ofrecidos por este grande hombre, muere por primera
vez, el 17 de diciembre de 1830 en el más triste de los destierros. Y me
refiero como la primera muerte, puesto que, como a Cristo; a Bolívar lo han
resucitado tantas veces para de nuevo, dejarlo morir ante la impávida mirada
del pueblo. Esos, que lo resucitaron y lo dejaron morir una y otra vez, lo
convirtieron en objeto de culto y se autoproclamaron como sacerdotes de este
culto.
A
partir de 1999, Bolívar de nuevo, volvió de nuevo a la vida y fue bajado por
fin de los altares. Ese Bolívar que vivifica la revolución bolivariana, se hace
vivo en cuanto que desde un principio, El Comandante Chávez lo hace cabalgar
una vez más al lado del pueblo, haciéndose pueblo, impregnándose del pueblo…
escuchando al pueblo, aprendiendo del pueblo… es el Bolívar que hoy conmemoramos
y es el Bolívar necesario para las nuevas generaciones.
Por
esta razón, en esta fecha, no estamos sólo para recordar, sino para aprender
del Bolívar político, estadista, filósofo, legislador, ciudadano… y para ello,
se invita a profundizar en el estudio de su obra y no en la simple retórica de
los monjes que quieren hacer creer que vienen en su nombre. Esta debe ser una
fiesta del pueblo, cuyo resultado no sea el guayabo subyacente si no el
conocimiento profundo; y por ello, hago esa invitación de revisar su obra en su
justa dimensión, no como santo, si no, como ejemplo a ser estudiado.
Rompamos
con esa negativa tradición de nombrar y nombrar sin comprender… hoy todo lleva
el nombre de Bolívar pero resulta indispensable llevar a Bolívar en el corazón
y en la mente. Si bien, él señalaba que el estado debe dar la mayor suma de
felicidad posible, por ende una acción de gobierno bolivariano coloca a Bolívar
en la sonrisa de los niños que reciben sus Canaimitas, de los abuelos y abuelas
que disfrutan de las pensiones, de las 400 mil viviendas de la Gran Misión
Vivienda Venezuela… pero cuánta falta hace de que esté presente en una
ciudadanía responsable.
Hoy
para cerrar este discurso lanzo una propuesta al gobierno regional, a las
fuerzas vivas, al pueblo en general, que el mayor homenaje que podemos rendir a
Simón Bolívar y a la pléyade de hombres y mujeres que dieron su vida por darnos
patria, que la casa natal de Cristóbal Mendoza, conjuntamente con la Casa de la
Proclama de la Guerra a Muerte, se conviertan en la Escuela de Ciudadanía y
Trujillanidad Simón Bolívar, para de esta manera contribuir con la construcción
del verdadero sentido del ser Bolivariano, del ser republicano y del ser
ciudadano.
¡Que Viva Bolívar!
¡Qué viva Venezuela!
¡Qué viva Hugo Chávez!
Muchas gracias.
[1] Presentado el 24 de julio de 2013 en los actos del 230 aniversario
del natalicio del libertador en la ciudad de Trujillo.
[2] Coordinador de la Casa de Historia de Trujillo (Casa de la Guerra a
Muerte).
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