martes, 22 de octubre de 2013



El 09 de Octubre en la encrucijada de la historia[1]

Autor: Lcdo. Yherdyn Peña Delgado[2]

             
Trujillo  se ha venido forjando en la dinámica sociohistórica tanto nacional como americana, por algunos miles de años. Sin embargo, el ejercicio de nuestra memoria colectiva se expresa en un reducido grupo de eventos desde los cuales hemos construido nuestra historia como pueblo. Ese espacio que hoy llamamos Trujillo se ha modelado precisamente en torno a la mirada que sus ciudadanos han hecho sobre él a lo largo del tiempo.
            Se debe recordar entonces, que dicho tiempo, es un convencionalismo de los hombres. Gracias a esto, podemos referenciar nuestra historia y fijar de manera cronológica nuestro devenir como pueblo. De esta manera, las fechas nos sirven para rememorar en el ahora los acontecimientos que se suscitaron en tiempos arcaicos. Pero también, en ocasiones, estas celebraciones contribuyen a olvidar que detrás de estas fechas; existe todo un proceso de complicadas y diversas acciones que se conjugaron para permitir llegar al momento que se ritualiza, que se convierte en festividad, que se comparte y se transmite.
            Para los trujillanos, el 09 de octubre posee una carga sígnica de mucha profundidad. Esta referencia temporal se ha convertido en expresión genésica de nuestra identidad como pueblo, de lo que somos y de lo que seremos en los años por venir. Pero, valdría la pena preguntarse, si las nuevas generaciones tienen claridad de lo que significa el 09 de octubre y más aún, si en el colectivo hay vestigios de reconocer eso que llamamos “la trujillanidad”.
            Para el nueve de octubre de 1557, el conquistador español Diego García de Paredes, originario de la Ciudad de Trujillo, de la provincia de Cáceres de la comunidad autónoma de Extremadura en la península ibérica, funda en el llamado nuevo mundo una ciudad a la que denomina Trujillo. Y así, la altisonante voz del español y lo estruendoso de sus armas de fuego silenciaron la voz indígena, la cultura española echó de lado a la cuica.
            Si bien, la geografía de lo que a partir de ese momento se llamaría Trujillo, estuvo ocupada por los aborígenes cuicas pobladores originarios de estos espacios andinos desde hacía más de 4000 años, la historia escrita de nuestro pueblo se inicia es a partir de esta fecha. Ese nueve de octubre, el español fija su primer asiento en la Tierra de los Escuqueyes… pero la resistencia indígena, las plagas, las enfermedades… obligarán a estos primeros españoles a deambular por todo estas tierras, y fundando y refundando a la ciudad de Trujillo. Así, una, dos… cinco… siete veces, Trujillo ve su asiento en diferentes lugares: Boconó, Pampán, las Riberas del Motatán, entre otros lugares hasta llegar al Valle de los Mukas en donde se asienta definitivamente bajo la advocación de Nuestra Señora de La Paz.
            En el año de 1570, las orillas del Castán se convierten en protagonistas del asentamiento definitivo de la ciudad de Trujillo. En esta tierra bañada también por las aguas de la Quebrada de Los Cedros, debido a su clima benévolo, su constante disposición de agua y la mano de obra indígena es que se reunieron las condiciones necesarias para un asentamiento digno para sus habitantes.
            En este proceso, la ciudad se convirtió en matriz de nuevas ciudades. Además de ser ella misma la primera ciudad de los andes venezolanos, dejó en el transcurso de su consolidación una estela luminosa de ciudades que hoy se enmarcan en la toponimia de nuestro estado. De su seno, se va formando la identidad de nuestra región.
            A partir de ese momento, el conquistador se estableció y prosperó. Trujillo se convierte en la segunda ciudad más importante de Venezuela. En ella se fundan conventos y comercios. Es tanto así, que el esplendor brilla más allá de la tierra venezolana, y los corsarios ponen su mirar sobre la riqueza de este laborioso pueblo, Gramont de la Motte saquea e incendia, destruye y viola. Algunos huyen, asumen un nuevo peregrinaje a tierras de Mérida y Barinas. Pero los que quedan, se esfuerzan y emergen. Consolidan la ciudad, herida y maltrecha, pero miran al porvenir.
            De la dificultad, emerge el sentido de pertenencia a esta tierra, y por casi tres siglos, en torno a la ciudad, se va formando un hombre de nuevo cuño, arraigado a su espacio. Con aspiraciones e ilusiones, aspirando la libertad de pueblo independiente. Del seno de esta sociedad, brotaron hombres y mujeres de la Talla de Cristóbal Mendoza, Antonio Nicolás Briceño, Barbarita de La Torre, José de la Cruza Carrillo Terán, quienes brindaron los insumos y su propia vida a la causa de la independencia no sólo regional, sino de este nuevo continente.
            Ya como tribunos, ya como guerreros, se enrolaron ante la noble causa de la libertad. Trujillo, a 456 años de su fundación se erige como pueblo de grandes hombres útiles a la patria. Debemos elevar nuestra autoestima, no ameritamos de urdir falsas tramas, ni tampoco crear personajes que en nada contribuye a nuestra idiosincrasia. Elevemos el amor por nuestra patria chica. Trujillo se enrumba al porvenir con el portento de cada uno de los trujillanos que se esfuerzan por la construcción de nuestra ciudad.
           
             




[1] Propuesta para micro presentada a la Televisora de Trujillo (TVT) en septiembre de 2013.
[2] Coordinador (E) del Centro de Historia del Estado Trujillo (Casa de Los Tratados de Bolívar y Sucre).

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