viernes, 1 de noviembre de 2013

BOLÍVAR: UN HOMBRE, UN HÉROE… UN LEGADO[1]

YHERDYN J. PEÑA
COORDINADOR DE LA CASA DE LA GUERRA A MUERTE


            A 230 años de su nacimiento, Simón Bolívar sigue siendo sin lugar a dudas el hombre mas significante que ha nacido en tierras americanas. A pesar del agua que ha corrido bajo los puentes de la historia, su figura, su obra, su pensamiento aún emerge en nuestra cotidianidad. Pero hoy debemos señalar con el cantor del pueblo Alí Primera: Bolívar no es un pensamiento muerto. Pero, más que una frase panfletaria, esto debe convertirse en acción creativa y creadora.
            Si bien, el futuro padre de la patria nació un 24 de julio de 1783 en la ciudad de Caracas; su tránsito vital a lo largo de sus 47 años de vida lo llevará a recorrer buena parte de Suramérica y Europa. Establece en sí el diálogo entre dos mundos (o para ser más honestos, las dos caras de un mundo) en profunda decadencia sumergido en profundas contradicciones, acentuadas por el dominio del imperialismo como modelo de dominación y el absolutismo como forma de gobierno; a pesar de estos referentes, este caraqueño apostará por nuevos derroteros para su patria que él mismo ayudará a forjar.

UNA INFANCIA DURA                                                       
A pesar que el niño Simón vería sus primeras luces en el seno de una acaudalada familia, integrante destacada de la aristocracia criolla, exponentes consumados de la oligarquía territorial de la colonia; su infancia no fue un lecho de rosas como muchos pudieran suponer. Su padre, don Vicente Bolívar un Gran Cacao de la sociedad caraqueña colonial, es dueño por igual de tierras y hombres; su madre, María de la Concepción Palacios y Blanco proviene de igual forma de noble cuna. Representan la estirpe que poseen el poder económico en la colonia española de ultramar. Pero además de ello, se debe destacar, que el abolengo de la familia Bolívar se remonta al siglo décimo donde ya ejercían señorío en tierras de Vizacaya, tal como lo refiere Valera (2007, p. 18).
Con todo lo expuesto, Simón Bolívar, desde muy temprana edad, debe afrontar la adversidad al perder a sus padres a la más tierna edad. Esta temprana experiencia lo pondrá en vilo y comenzará a impulsarlo a nuevas miradas sobre su entorno (entorno de por sí convulso: levantamiento de negros y mestizos en coro, la conspiración de Gual y España…), tal vez, incluso lo impele a ese desprendimiento que identificará su accionar posterior cuando deba asumir la cruenta lucha contra el imperio español.
También, es durante la infancia, cuando entra en sentido contacto con hombres e ideas de avanzada que contribuirán a forjar su espíritu libertario. Hombres de la talla de Miguel José Sanz, Andrés Bello y Simón Rodríguez serán quienes brinden tan significativa formación. El último de los prenombrados lo introduce en el pensamiento de la ilustración y de esta manera, se acerca a los textos de Rousseau, Voltaire, Diderot, Montesquieu, Mirabeau, Lafayette, Marat y Rosbespierre, es decir, se aproxima a la Francia de la Revolución, y a los productos que se generaron de ésta.
Su inquieta personalidad hace encaminar sus pasos a España, allí se percata de la profunda descomposición en la que se ahogan los hombres e instituciones de este poderoso imperio, y de igual forma, también allí, se reencuentra con el saber enciclopédico que lo conectan con esas enseñanzas recibidas en la Caracas de sus amores y de sus eternos recuerdos.
Estando en Madrid, en el año de 1802 contrae nupcias con María Teresa del Toro y Alayza pero la felicidad de los jóvenes dura bien poco, para 1803 (ocho meses después de contraer matrimonio) su esposa fallece… más allá de las especulaciones, es justo pensar, que este nuevo golpe influyó de manera muy acentuada en el proceso de formación de su personalidad. Pareciera estar predispuesto a la fatalidad, pudo haber considerado que su mundo, una vez más se derrumbaba sin que pudiese hacer absolutamente nada. ¿Frustración? ¿Rabia? ¿Desilusión? Su frágil humanidad debió estar devastada por esta nueva desgracia, y de nuevo, regresa a Europa, sin saber tal vez; que una nueva vida dará origen en este importante viaje al llamado viejo mundo.
Un punto de inflexión, sin duda alguna será el juramento en el Monte Sacro en la ciudad de Roma en el año de 1805, frente a él, su viejo maestro: Simón Rodríguez. A partir de allí, el huracán libertario enrumbará sus pasos hacia tierras americanas y no sólo le otorgará la libertad a la tierra que lo vio nacer, sino, además a otras cinco naciones (incluyendo a Panamá).
El Hombre de la Libertad
Muchos conmemoran a Bolívar como un simple guerrero. Pero sería deshonesto con la historia asumir esta postura. Haber recibido el título de libertador, no es una mera casualidad, es el forjador de una patria en libertad, con todos los elementos que ello implica. Desafortunadamente, fue un incomprendido por los hombres de su época… incomprendido y traicionado; y esa traición aún pasa su factura a estas tierras y a sus hombres y mujeres.
A partir de 1810, la acción independentista se intensifica en el suelo americano, posterior al 19 de abril caraqueño la guerra se desata en todo el territorio, Bolívar emerge ya como arquitecto de la república, ya como estratega militar, ya como analista político, ya como legislador… es el prohombre del siglo XIX y su accionar trasciende a nuestra generación.
 Este venezolano plasma la apremiante necesidad de un modelo de integración latinoamericana que apenas 200 años después, es que se está apreciando su conformación producto de una clase dominante alejada de manera descarada a los intereses propios de la patria grande. Hoy nuestra patria lleva con honor su nombre, pero es mucho lo que falta para comprender su obra.
La celebración bolivariana debe ir más allá de una misa, una parada militar y una ofrenda frente a su marmolea figura. Es la comprensión e internalización de su ideario. Es analizar sesudamente su obra (no sólo la militar – guerrerista), en los espacios más diversos de la cotidianidad social. Para ello, la patria, debe convertirse en un laboratorio en donde, el pensamiento bolivariano no sea visto como una simple consigna que se ahoga en las gargantas en medio de discursos o que se estrellen contra los cristales de ventanas cerradas.
Esta tarea, solo se logrará a través de la participación protagónica del pueblo, para que de esta manera, se logre la apropiación de la obra monumental de este hombre que no fenece con el tiempo. Para ello, la revisión del Manifiesto de Cartagena (1812), La Proclama de Guerra a Muerte (1813), La Carta de Jamaica (1815), La Constitución de Bolivia (1825) entre muchos otros textos, son de vital importancia.
Por ello, en este nuevo aniversario, la celebración mayor, debe radicar en el hecho de poder decir SOY BOLIVARIANO no porque es una consigna vacía sino porque de verás se identifica con la densidad del pensamiento del más brillante hombre de América y que a su vez, se reconoce a este hombre como tal (con virtudes y desaciertos) y no como a un santo al que hay que prenderle velas.



[1] Artículo publicado en el semanario El Campesino.

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