Trujillo Trashumante:
200 años después[1].
Yherdyn Peña[2]
El pasado de estas
latitudes que hoy día llamamos Trujillo, se encuentra enraizado en algunas
decenas de siglos atrás, hombres errantes provenientes de los andes colombianos
de manera progresiva fueron ocupando este territorio. Herederos de los
chibchas; Timotíes y Cuicas se hicieron domadores de los páramos de la serranía
trujillana. Modelaron de la misma manera los valles fértiles, se hicieron
agricultores, constructores de obras y de dioses, delinearon todo un imaginario
que inundó como una nutritiva brisa a los más apartados recodos de la Trujillanidad.
En este incesante devenir,
los primeros pobladores irrumpieron en la geografía para convertirla en su
espacio vital, la hicieron suya, no para poseerla, si no, para compartirla, la
amaron y por ello, la volvieron poesía, la convirtieron en canto, la
trasmutaron en madre paridora de benéficos atributos, la hicieron suya para
protegerla, la volvieron refugio, o aún mucho más: hogar. La parsimonia debió
ser característica de éstos, nuestros primeros pobladores, la frugalidad de los
gestos y la convivencia hermanada de seguro estampó su cotidianidad.
Es por ello, que su
cosmogonía se encuentra íntimamente ligada a ese entorno benefactor, la luz y
el calor del astro rey, dador de energía y vitalidad, luz matutina que irrumpe
cada día e impulsa a las nuevas acciones,
la pálida luna que reivindica el encuentro y comprende la soledad, la
naturaleza toda, dadora de vida, del fruto, de la sombra y de la bestia,
hermosa y amenazante… es de esta manera, que Chía, Chez e Icaque, danzan
sobre el territorio timotocuicas y los acunan y resguardan y los nutren, los
hacen ver un mundo con los ojos del agradecimiento y del valor.
A pesar de ello, es bueno
señalar que en gran medida, para los hombres y mujeres de estos tiempos, esta
temporalidad es mera suposición, vulgares conjeturas o delirios de trasnochado…
qué razones conducen a tales apreciaciones. Qué acciones concretas provocaron
esta crisis de desmemoria, qué avatares conllevaron a la usurpación de un
pasado que se conjuga entre lo místico y el sueño, entre la ilusión y el
desencanto, que se confunde en muchas de las veces con la magia y que se
decanta ineludiblemente en el olvido.
Realizar tales
interrogantes puede provocar un repentino y sorpresivo ataque de sinceridad. De
la misma manera, sería acción genésica de respuestas sobre una identidad
trujillana a medio hacer, a medio recorrer, identidad no pretensiosa, pero que
tampoco esté cargada de una falsa modestia. Que no busque ensalzar todo Lo
Trujillano, por el simple hecho de ser trujillano, pero que mucho menos
pretenda encamisar las potencialidades y
oportunidades en taras ideológicas que
conduzcan a la ruta del fatalismo.
Por esta razón, se señala,
que nuestro pasado se enmarca en una tríada de elementos que se contraponen y
se ocultan mutuamente. El uno niega al otro, y el último los niega a ambos, desde
esta dinámica solo se logra construir una memoria a retazos desintegrados que
poco o nada significan para quienes desean hacerse de una identidad a partir de
ella.
Es por ello, que el 09 de
octubre de 1557; la llegada del invasor español, invasor tanto en cuanto,
irrumpe en estas tierras, entra por la fuerza, y ocupa irregularmente el
espacio de los otros y busca borrar la alteridad, pretende desde sus acciones
la uniformidad, subyuga la identidad del indígena, del habitante primigenio de
estas tierras y lo hace “idéntico” a través de la aniquilación. Pero dicho
aniquilamiento no es tan solo físico, también lo es espiritual: sus dioses
quedan proscritos, su lengua lentamente desaparece, su existencia misma se
mengua bajo los estertores de la colonia.
En este sentido, Trujillo,
nace de un doloroso parto. El español aventurero, para llegar a estos confines
primero hubo de desarraigarse de su tierra natal, la España de sus orígenes
quedaba atrás en el tiempo, provocando con ello la añoranza del hijo que
abandona su hogar, el extremeño mira el horizonte y suspira y busca
reconciliarse con su pasado, rebautiza y funda, vuelve este nuevo mundo una
reconfiguración de aquel que había dejado atrás. Por su parte, el indígena se
opone, resiste, se somete… se dispersa y se hace anónimo. Paso a paso, el
aborigen deja la escena, se vuelve leyenda, se vuelve historia por obra y
gracia de la escritura del español que atrapa el acontecer con su mirada y sus
prejuicios, la posteridad contará con un recordatorio en la voz del español.
Érase una vez un mundo…
Y de esta manera, Trujillo
se vuelve andariega, recorre tierras y deambula de un extremo a otro. Se muda,
se refunda una, dos… seis veces, el español es el gran protagonista, el
indígena entra y desaparece en la escena, la ciudad de Trujillo se vuelve madre
procreadora de nuevas ciudades, se asienta con sus hombres y sus instituciones,
se perfila como enclave europeo en este lado del atlántico sin percatarse
siquiera que ya no es Europa, ha trasmutado en algo nuevo, en espacio – tumba
de dos mundos que se aniquilaron, que dieron lo mejor y lo peor de sí para
modelar esta nueva espacialidad.
España no se entera de su
muerte e insiste en mantenerse en pie, y Trujillo por su parte se hace próspera
y monástica, su nombre se vuelve eco de pujanza y bienestar. Sus ondas se
dispersan, y sucumben en el mar, seducen a corsarios carroñeros que devoran las
entrañas de la ciudad. Cenizas, desolación, tristeza y horror florecen en la
portátil primogénita de los Andes venezolanos. No fue suficiente, la naturaleza
sacude sin clemencia a sus moradores una y otra vez. Sendos terremotos dejan
por el suelo lo que Gramont había dejado de pie. Algunos se preguntan si no
será la respuesta de los dioses Cuicas que llegan un siglo después. Los dioses
tardan pero no olvidan.
Ante esta realidad, el
trujillano se vuelve errante, los llanos, Mérida, Maracaibo se convierten en
anfitriones de los forzados peregrinos trujillanos. Son pocos los que permanecen,
son pocos los que se mantienen luchando contra la adversidad: cuando no es la
política, son las plagas, o ambas. Se asientan iglesias y escuelas, se forman
cabildos y cabildantes… Trujillo persiste y sobrevive al tiempo. Se forma el
ciudadano trujillano; apegado a la tradición religiosa y monárquica, la fuerza
de la costumbre durante tres largos siglos constituyen el motor principal de
esa trujillanidad palpitante pero frágil.
Y precisamente, esa
fragilidad se pone a prueba en el año de 1810. Para más señales: 09 de octubre.
Esta fecha es testigo de un nuevo acto sacramental, una nueva transfiguración
se sucede; el ciudadano trujillano sufre una metamorfosis, de la crisálida
republicana emerge batiendo sus alas un trujillano de nuevo cuño. Aquel que se
circunscribe a una nacionalidad emergente, dubitativa, que apenas comienza a
dar sus pasos, pero la empresa autonomista ha comenzado a engranar su
maquinaria; transcurrirán años, antes que esta se ponga a tono. Pero los
motores de la revolución independentista empujarán a nuevos derroteros a los
pobladores trujillanos.
Este deambular por la
causa republicana procreará todo un constructo teórico discursivo que busca
sustentarse en la novedad. Trujillo, rasga sus vestiduras coloniales, imprime
una nueva dinámica, entra en disputa, hace la guerra a muerte y se convierte en
cruzado de la libertad, abandona sus tierras, se vuelve adalid de la justicia,
edificador de una nueva sociedad, pero no mira atrás… todo es novedad, todo es
creación o adquisición, el pasado queda de lado, es desechado.
La independencia devora la
memoria forjada en tres siglos. La guerra es objeto de culto, veinte años
consolidan la historia de un pueblo, el transcurrir del tiempo no ha hecho
mella, y nos sumergimos en una eterna adolescencia histórica, somos por siempre
los recién creados. Nos resumimos lastimosamente en un puñado de acciones
reconocidas por los otros, pero dejamos de mirar aquello en lo que nos miramos
y nos reconocemos nosotros mismos.
Esta rutina pareciera
provocar que el trujillano se encuentre estancado en una memoria forzada,
cargada de fragmentos inconexos y que a su vez se encuentre en la eterna espera
de un nuevo acto fundacional, de la instauración de toda una carga ritual que
conlleve a una nueva creación de lo que somos. A doscientos años del proceso
independentista, el trujillano se encuentra encadenado a un barco sin timón, a
la deriva histórica, a la espera de nuevos asaltantes, algunos ya han asomado
sus rostros, otros de seguro esperan a tiempos más tempestuosos.
Y es que acaso es
negativo, celebrar los doscientos años de la independencia, podría inquirir
cualquiera, no, rememorar no le hace daño a ningún pueblo, lo perjudicial es
sumergirse en la borrachera de la celebración de actos acaecidos hace
doscientos años y que no sepamos cómo estas acciones se concatenan con los
doscientos años posteriores, y que a su vez no se asuma, que los sucesos
producidos en las primeras décadas del siglo XIX fueron fecundadas en la forja
de los tiempos predecesores.
Si se asume esta actitud,
qué pasará una vez que culmine el ciclo bicentenario. Podrá el trujillano
proseguir viviendo en dos momentos históricos que se confunden
malintencionadamente: el independentista y el ahora. Se podrá continuar persiguiendo
por los rincones como exclusivos de la historia trujillana, aquellos momentos
que nos relacionen con la magna gesta de la independencia. Y si no los
hallamos, nos podemos dar la licencia de crearlos, convencido que con ello se
hace más glorificante la historia de la patria chica.
Para ir concluyendo, se
puede afirmar que Trujillo y el trujillano no han cesado en su deambular
perenne, pero en el contexto de esta conmemoración, se puede reflexionar si se
enrumban al progreso, sustentado en el reconocimiento de un continuo humano que
trasciende a un simple capítulo de la historia patria, o si muy al contrario, se
acepta con resignación de condenado que debemos asirnos con toda la fuerza a
este episodio porque no se tiene nada más.
Según lo leído puedo opinar que Trujillo sola a sido objeto de cambios, cambios que no a pedido, primero los españoles los cuales desplazaron bruscamente a los indiginas convirtiéndolos en una simple leyenda. luego tenemos el proceso independentista que nos ha llevado una confusión mas. Trujillo solo a sido objeto de transformaciones inesperadas y obligadas.
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